jueves, 20 de julio de 2017

Capitulo 13 "La vuelta"

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Sam nos abrió la portezuela y se despidió agitando la mano para no demorar nuestra partida. En su rostro se veía preocupación y no solo por el estado del tiempo.


-Sera mejor que se den prisa. -dijo Sam.-Si les pilla una tormenta puede que no lleguen a la orilla.


En el exterior el viento soplaba con fuerza. Aunque no había empezado a llover, el olor a humedad impregnaba el ambiente. Dupont y yo llevábamos con cuidado al científico. George lentamente iba andando. Se notaba el tiempo recluido había mermado sus fuerzas y sus piernas. Vestía un traje oscuro arrugado y un roído sombrero. Le pusimos para que no pasase frio una manta por encima para evitar que enfermase.


A medida que nos acercábamos a la barca notábamos como la electricidad se iba cargando a nuestro alrededor. Decidimos acelerar el paso. Poco a poco la nave se iba haciendo mas grande, era señal de que nos aproximábamos a ella. En cubierta los dos agentes esperaban ansiosos nuestra llegada.


Uno de ellos señalo el cielo mientras nos hablaba.


-Amigos, será mejor que se den prisa. Se va desatar un infierno allá arriba y nos va a dar de lleno. -después de decir esto escupió al agua.




-Vaya, vaya si tenemos a nuestros grumetes con un polizonte. -dijo Mooney de forma irónica mientras nos ayudaba a subir a bordo.


Dupont lo hizo callar con una mirada amenazadora. El tipo bajo la cabeza y siguió con su tarea hasta que todos estuvimos a bordo.


Dupont saco un reloj de su bolsillo y frunció el entrecejo pensativo.

-Creo que ya estamos todos. Sera mejor que esos motores echen humo. Como decías esto se va poner muy feo.

-Tranquilo jefe. -dijo el bajito. -Burdick sabe lo que se hace. Verdad, ¿amigo?

El aludido le guiño el ojo de manera complice.

-Ya nos ponemos en marcha, capitán. Suelten amarras, izar velas y a toda maquina.-mientras decía esto teatralmente soltó un pitido como si fuese un silbato imaginario y después reafirmo su gesto tocando la sirena.

Dupont sabia por experiencia que algo se estaba tramando y desconocía el que. Sentía que venia la tormenta pero no sabia si temía la de arriba o la que podía desencadenarse en el propio barco.


Como se preveia el tiempo fue empeorando y pequeñas gotas empezaron a caer. Durante parte del trayecto confiamos en la suerte y parecía que íbamos a llegar a tierra indemnes. Pero todo cambio de repente porque empezamos a sufrir sacudidas grotescas como aquella barca quisiera hacer el resto del viaje bajo el agua.

-Ese nubarrón negro se nos ha presentado a hurtadillas cogiéndonos por la espalda. ¡Maldita calamidad! -y mientras decía esto señalo al cielo.

Nosotros inconscientemente miramos al cielo momento que aprovecho el piloto para ponerse al lado de su compinche y sacar unas pistolas escondidas en sus espaldas. Estábamos a su merced.


- ¿Tu que crees, Burdick? Puede que nos den un buen dinero por el loco. Si han hecho todo este viaje será Don Importante..-mientras decía esto se acariciaba la cara como intentando poner un precio a la mercancía.

-Pienso que llevamos mucho peso, Mooney. Habrá que aligerar el barco.

Con un movimiento de sus armas nos conminó a que se acercarse el doctor adonde estaban ellos y que nosotros nos juntásemos y permaneciésemos lejos de ellos.


Dupont estuvo a punto de sacar su pistola, pero una voz sonó detrás de él. Justamente donde estaba el pequeño cuarto apareció un tercer hombre con una escopeta recortada un gorro de lana y una cara curtida en mil peleas.

-Amigo, yo no haría eso. Y ahora tenga la amabilidad de tirar su arma hacia mis compadres.

- ¿Que creen que pueden sacar con esto?

-No sé, polizonte. Pero con sacar unos billetes me conformo. Soy un hombre conformado.


Edgar y yo nos miramos aterrorizados. Desarmados y a merced de tres malhechores de poca monta.

-Vaya, pensaba que eran Chacales.

-Ja, ja, ja…-rio el desconocido. -Chacal no sé, pero ese es un poco zorro y el otro muy perro.

Dupont aprovecho el momento para soltar un codazo en el estómago de su oponente que le hizo soltar el aire y perder la compostura. Luego se echó hacia atrás con todas sus fuerzas y girar la cabeza hacia atrás para golpearle en la nariz y apoderarse del arma. El ruido al romperse el hueso fue estremecedor.

-No se mueva o matare a su amigo. -dijo Mooney apuntando al doctor.

-Hágalo si puede.

Entonces el doctor se quitó la manta que lo cubría y el sombrero. Era Diego uno de los guardas disfrazado de George.

-Es la hora del baile. Si no acabamos con esto no tendremos mucho tiempo para recoger a su amigo. -mientras decía esto golpeo a Mooney que se vio sorprendido por la agilidad de su contrincante.



Burdick decidió ayudarle e intento sorprender a Diego, pero Edgar y yo nos interpusimos. Nos abalanzamos sobre las cómo dos fieras. Pero por desgracia ya estaba repuesto de la sorpresa y contraataco.


El tipo de la nariz rota se echó de nuevo sobre Dupont y se colgó sobre él intentando ahogarlo. El mayor sentía como el aire se le escapa y empezaba verlo todo negro. Volvió a echarse hacia atrás para que su rival se golpease. Finalmente lo consiguió y se zafo. Vio como caía al suelo. Iba a soltarle una patada, pero este fue más rápido lo cogió del pie y lo hizo caer. Diego mientras iba acorralando a su rival a base de derechazos. Mooney desconocía que aquel hombre fue campeón de pesos medios en su unidad y aunque estaba algo oxidado por los años fue recuperando sus golpes. Mooney era un muñeco en sus manos. Finalmente cayó, Diego se creía que la partida era suya. En la desesperación Mooney alcanzo a coger un arma que estaba en el suelo y se la tiro a la cara impactando con toda su fuerza. La sangre caía a borbotones de su rostro manchando toda su ropa. El dolor le hizo volverse loco y empezó a dar patadas a Mooney una y otra vez. Mooney se revolvió haciendo tropezar a Diego que trastabillo y cayó fuera de la barca. Por suerte en el último momento pudo agarrarse al borde para no caer. Mooney medio cojeando consiguió levantarse, recogió el arma del suelo y se acercó a Diego. Lentamente, paladeando el momento se acercó al guardia y apunto a su mano.

-Suéltate o disparo. -dijo mascando las palabras mientras lo miraba con los ojos hinchados por los golpes y el rostro ensangrentado.

-Nooo, no.…-dijo el hombre con el terror en su rostro.

-Hasta siempre, peleón. -dijo Mooney con una sonrisa siniestra mientras la sangre y la saliva se le escapaban por la boca.


Burdick se defendía como gato panza arriba. Edgar y yo atacábamos a base de puñetazos y combinando nuestras fuerzas. Pero sin lugar a dudas era un rival duro de pelar que no se amilanaba. Se notaba su experiencia en estas peleas y casi diría que se encontraba a gusto en la situación.

-Vamos, hombre. Porque me dejáis a mí a estos niñatos. -decía para enfadarnos.

Sin duda sabía que cuando mas nos enfadásemos mas bajaríamos la guardia. Una cosa era pegarse con los chicos del colegio y otra con un experto sicario que utilizaba todos los trucos sucios para acabar con nosotros.

Tan ocupados estábamos que nadie pensaba que el barco iba a la deriva y sin gobierno. Cada momento que pasaba hacia mas difícil volver para buscar a George.


Entonces vi a Mooney que iba a disparar a Diego y sin pensarlo fue gritando hacia el tipo. Sorprendido se giró y recibí un golpe en toda la cara del arma que tenía en su mano. El problema de la velocidad es que si algo te alcanza hace cambiar el rumbo. Eso fue mi perdición.  El impacto me hizo girar sobre mí mismo y caí hacia atrás fuera del barco. Aleteando con los brazos para mantener el equilibrio como un pájaro perdido intentando evitar lo imposible.

- ¡Uuuoooo! -apenas pude decir.

Por suerte en el último momento pude aferrarme al lateral.

-Vaya, vaya. Esta si que es buena dos polizontes a punto de ir por la borda. -decía mientras miraba de un lado a otro y no saber por quién decidirse.


De pronto los demás pararon mirando absortos el devenir de este tenso momento.


Dupont permanecía en el suelo boca arriba viendo como rival se echaba sobre el para rematar la faena. Presionando con todas sus fuerzas con su brazo para ahogarle. Dupont sacando fuerzas de flaqueza cogió y empezó a presionar los ojos del desgraciado que no paraba de gritar. Paro y soltó otro tremendo cabezazo en la rota nariz del hombre que cayó inconsciente. Lo dejo allí y rápidamente se levantó.

Dupont y Edgar cruzaron una mirada cómplice. Naturalmente yo no sabía nada de esto porque permanecía chapoteando al borde de la muerte.


-Bueno, yo no soy tan niñato.-dijo el mayor mientras muy seguro se acercaba a Burdick.

Burdick abrió la boca para replicar pero solo recibió un certero puñetazo que lo dejo fuera de juego.

-¡Siii!!.-dijo eufórico mientras se miraba los puños y los besaba.-¿Que te parece el martillo de la justicia cayendo con todo su peso sobre ti?

Mooney miro hacia todos los lados sin comprender que había ido mal.

Edgar lleno de furia empezó a golpearle. Toda la rabia y el miedo del momento se convirtieron en una paliza hacia el bandido que se vio acorralado y cayó al agua. Por suerte justamente donde yo estaba, le tendí la mano para que no se ahogase y con la otra se apoyó en la barca para no caer. El agua no hacia mas que salpicarme encima y meneaba la cabeza para intentar sacudírmela de la cara. Apenas lograba ver lo que tenía delante. Mooney me miro muy serio con su sonrisa falsa y ruin me dijo:

- ¿Cuánto sabes del miedo?.


Y con la mano libre me cogió del pecho y empezó a zarandearme con la intención de hacerme caer. Mi mano resbalo y me sentí libre, flotando en el aire ya solo quedaba que Mooney me soltase. Pensaba que era el fin. Un enorme manotazo cayó sobre su cabeza y me elevaron. Diego y Dupont me estaban cogiendo mientras Edgar sostenía al desgraciado Mooney. Me sentía como una trucha recién pescada. Todo empapado y mojado. Tiritando de frio. Una vez repuestos del susto nos pusimos en marcha de nuevo.
- ¿Por que habéis tardado tanto? Empezaba a tener hambre.
Me ignoraron completamente mientras me dejaban en el suelo.
-Muchachos es hora de tomar el timón. Por increíble que parezca el tiempo nos estaba dando una tregua y teníamos que aprovecharlo. Edgar y yo nos abrazamos y lloramos emocionados de haber salido tan bien parados. La suerte estaba de nuestra parte, ¿pero hasta cuándo?


Diego fue el nuevo piloto y estuvo a punto de quemar el motor llevándolo al límite, aunque se notaba era un experto. Dupont no le quito ojo de encima y aprovecho para aprender unas nociones básicas de navegación. Sabiendo como estaban las cosas el mayor solo quería a los imprescindibles a bordo para evitar mas sorpresas. Con los tres presos en cubierta reanudamos el viaje. Me acerque a Mooney. Tan distinto de cómo lo habíamos conocido. Hundido, con el rostro marcado y lleno de moratones. Los ojos apenas abiertos por la hinchazón. Lo miré decidido y le dije:

- ¿Cuánto sabes del miedo? Porque allí donde vas aprenderás mucho de el. Lo sé, porque lo he visto. Que Dios se apiade de tu alma.


Me aleje mientras su mirada temerosa y perdida me acompañaba.

Me acerque al mayor y le pregunte mientras miraba a esos hombres rendidos.
- ¿Que será de ellos?
Dupont me miro de forma comprensiva mientras se acariciaba la cabeza.
-Solo les quedas escribir sus necrológicas a esos sinvergüenzas. Serán consumidos al lugar donde van. Es su final y lo saben.
-En cierta forma me da pena. Se merecen un castigo y eso, pero...
-Ellos vivieron según sus normas y no respetaron las reglas. Todo lo que les suceda será fruto de sus actos. Tuvieron una oportunidad de elegir y escogieron el camino equivocado. Si nosotros hiciésemos lo mismo estaríamos en su lugar.
Después de esto me miro y me dio a entender que a pesar de mis opiniones y no estar de acuerdo las respetaba.
- ¿Sabes? No es la primera vez que navego. -dijo cambiando de tema para quitar tensión a nuestra charla.
-Pensaba que era su primera vez.
-Solo si. Mi abuelo tenía una pequeña barca y me llevaba muchas veces a mar abierto sin que se enterasen mis padres. Aun me parece verlo con gastada gorra azul y su descosida ancla. Su pelo blanco saliendo a mechones por debajo y su sonrisa franca.
-Por su tono parece que no acabo bien.
-Un día salió a pescar y desapareció. Así, sin mas. Poco después encontraron su barca. Estaba vacía y todo en perfecto orden. Incluso su taza de café estaba sin terminar. Parecía que se hubiese esfumado. Lo buscaron durante mucho tiempo, pero... nada. Ni un triste rastro. Como si se lo hubiese tragado el mar. Después de esto jure que no volvería a pilotar un barco.
Después de esto se giró mirando al horizonte atentamente mientras pilotaba la nave. Era su forma de dar por terminada la conversación.


Sabíamos que no existía otra opción. Nuestra mascarada a duras penas funciono y teníamos a tres delincuentes a buen recaudo que acabarían en alguna celda de la isla por cortesía de Sam. Para que no hubiese mas complicaciones Sam envió un mensaje a nuestra llegada a sus superiores y nos proporcionaron una escolta que nos estaría esperando en tierra firme. Por si hubiese problemas también nos proporcionaron una pistola Very con bengalas. Así no quedábamos tan expuestos si los problemas acudían. Basta decir que los tres malhechores eran culpables de haber asesinado a dos guardas y hacerse pasar por ellos para robarnos y matarnos. Nuestro temor que fuesen sicarios de la secta fue infundado, pero aun así eran una amenaza para nuestra misión. Poco después supimos que eran culpables de varios cargos de robos y asesinatos alrededor de la isla haciendo todavía mas grande y siniestra la leyenda del lugar. Allí los dejamos para siempre. El verdadero George volvió con nosotros y se le emplazo en un lugar cómodo en la barca. Decidí dejarle tranquilo degustar sus primeros momentos en libertad y que se acostumbrase a su nuevo estado. Lo llevamos al interior del barco en un desgastado sillón. Iba a marcharme, pero no quiso, me miro aliviado y su mano temblorosa se apoyó en mi hombro para que me quedase con él. Cerré mi mano y choque con la suya. Era un saludo secreto que me enseño de niño. Un código de complicidad para hacerme entender que estaba volviendo a ser el de siempre.

-Ha pasado tanto tiempo. Es hora de que me pongas al día.
Continuara...

                     

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