jueves, 20 de julio de 2017

Capitulo 15 "Un mal entre nosotros"


Mientras Stephen seguía atentamente cada movimiento del sarcófago que había sido puesto sobre un soporte rodante para facilitar su movimiento y que previamente había sido inmovilizado y asegurado para su seguridad y transporte. Hawk salió del remolque donde estaba el paquete y nos miraba uno a uno con los ojos abiertos y una sonrisa idiota. Jeremy con cara de circunstancias y de hito a hito miraba al científico y a Dupont. Dupont encogió los hombros dando a entender que para el también suponía una sorpresa el shock de Hawk. Ajeno a todo esto Gio franqueado por Edgar y por mí con la mirada perdida hacia ninguna parte no parecía especialmente interesado en el espectáculo. Oímos unas pisadas seguras y rápidas que se acercaban hacia nosotros y vimos el porte de Bautista que con su mirada seria avanzaba sin dilación. Cuando llego a nuestra altura saludo a Jeremy y ambos subieron al interior del vehículo para descargar el material. Gracias a plataformas inclinadas que llevaban las apoyaron en el suelo. Dupont y yo nos acercamos y las aseguramos para que no se moviesen. Cuando Dupont dio el visto bueno asintió con la cabeza y Jeremy empezó a desembalar la caja. Bautista con precaución bajo por la rampa y cuando llego al suelo se puso frente a Jeremy que ya desplazaba el sarcófago con especial cuidado para que no sufriese ningún accidente. Jeremy se acercó y entre ambos fueron portando el paquete hasta que con alivio de todos se posó en tierra firme.

- ¡Noooo! Debéis destruir esa cosa. Es un emisario de Leviathan. Es que trae el mensaje de la destrucción.
Todos miramos sorprendidos a Gio. Con los ojos desorbitados, echando espuma por la boca y fuera de si. Edgar apenas podía contener a ese hombre.

-Jeremy, Stephen llevaos esa cosa adentro. Yo y Bautista acompañamos a Georg adentro para que se calme.
Mientras Gio me miraba dentro de su locura buscando mi comprensión. Como si yo estuviese al mando y fuese capaz de dominar la situación.
Agache la cabeza mientras a duras penas conseguían llevarse al científico mientras chillaba y vociferaba por zafarse de sus captores. Mientras dejaba un surco de tierra y piedras removidas halla por donde pasaba como última señal de su disconformidad.

Edgar se acercó a mí y me abrazo. Después se soltó y me miro.
-Tranquilo estará bien. Es normal, todo esto lo ha alterado y cualquier cosa que vea le hacer recordar su calvario.
Lo miré y quise creerle, pero algo en mi interior me decía que la caja de Pandora estaba a punto de abrirse y no tenía la forma de parar todo esto.
-Ojalá tengas razón, ojalá. -lo mire apesadumbrado y me marche hacia la casa mientras arrastraba mis pies siguiendo el rastro de Gio siguiendo la estela del miedo.




Hawk se paseaba nervioso dentro del laboratorio. Las luces rebotaban sobre la superficie acristalada que mostraba el misterioso contenido que tanto emocionaba al científico. Stephen se paró y pego su cara al cristal para ver mejor al extraterrestre. Allí descansaba el ser vestido con un extraño traje plateado. Su extraña escafandra. Dentro del líquido que apenas permitía la visibilidad. Esos rasgos de un extraño ser con unas branquias en sus carrillos. Tenía los ojos cerrados y parecía que en cualquier momento iba a despertar de su letargo. Con cuidado Stephen deslizo la tapa de la caja. Apenas conseguía mantener la emoción. Se giro y se aseguró que en una de las mesas descansaba el cilindro. Pensó que quizás habría alguna forma de unir al ser con el rollo y que los misterios saldrían solos. Ya pensaba que quizás un Nobel estaba a su alcance. Tan absorto estaba en estos pensamientos que no se percató que una densa neblina grisácea se elevaba del sarcófago. Para cuando se dio cuenta era demasiado tarde. Aquel vapor se introdujo por su nariz y al instante noto que le faltaba el aire. Presa del pánico intento gritar, pero de su boca solo salían sonidos ininteligibles mientras boqueaba como un pez. Noto como su corazón se aceleraba y su visión se volvía borrosa. Avanzo unos pasos buscando ayuda, pero fue inútil. Cayo sin sentido sobre el aséptico suelo, quedando con la boca abierta. Una boca por la que una bruma densa escapaba y se acerca a la caja que dominaba la sala. Para desaparecer dentro de ella. De repente unos ojos extraños se abrieron y miraban abiertos a través de una escafandra rellena de un misterioso líquido. No sabía dónde estaba, ni que había ocurrido. Una gran paz reinaba en el lugar y ningún ruido lo perturbaba. Tras largo tiempo hibernando sabía que había llegado el momento de su misión.

Jeremy paseaba por el recinto sin motivo aparente, pero algo en su interior le daba mal fario. Preocupado se acercó al laboratorio para ver los progresos de Stephen. Entro y se extrañó al no verlo dentro. Todo aparecía en su sitio. Los frascos y material listo para su uso. Curioso se acercó al sarcófago y un sudor frio recorrió su cuerpo. Miro para un lado y para otro y descubrió con terror que el ser no estaba. Tras una silla aparecía el cuerpo del malogrado científico tirado como un muñeco roto.
-¡¡Stephen! -grito con el corazón en un puño.
Se agacho hacia él y vio que estaba inerte y con un color cerúleo. Lo incorporo y con cuidado le intento tomar el pulso. No lo hallaba. Abrió sus parpados con temor. Con suerte sería un golpe sin consecuencias. Eso pensó hasta que vio sus ojos.
- ¡Dios Santo!

Mientras nosotros ajenos a todo esto estábamos acompañando a Gio y siguiendo su delicado estado de salud. Descansando en el gran salón decorado con rústicos muebles de madera noble y gruesas alfombras. Un lugar que respetaba la intimidad y que estaba en uno de los lugares mas recónditos de la casa. A pesar de ello varios focos de suave luz daban un ambiente relajado y tranquilo. Preocupados mirábamos la evolución del científico. Sentado en el sillón de un cuero rojizo y envejecido, daba ligeras cabezadas de un lado a otro mientras negaba con los ojos semicerrados intentando buscar una paz que no hallaba. Parecía que el tiempo se había detenido. Hasta yo era incapaz de saber cuánto tiempo llevábamos allí, hasta que Bautista llego dando voces y nos sacó a todos de nuestro letargo. Rápidamente al verlo alterado y nervioso nos pusimos en alerta. Llego jadeando y sudando como quien hubiese visto una aparición

-Hawk, algo le ha pasado.
- ¿Que ha sucedido? -dijo Dupont adelantándose a los demás y parándolo intentando calmarlo.
-No lo sé. Estaba dando una vuelta y sentí que algo iba mal. Me acerque al laboratorio y el ser no estaba y...
- ¿Que quieres decir con que no estaba?
-Se ha marchado. Ha huido y Stephen estaba tirado en el suelo...
- ¿Muerto? -dije asustado
-Creo... creo que no. Estaba desvanecido, pero había algo raro en él.
Dupont miro a todos de forma grave
-Howard tú te quedaras con Gio. No quiero que le pase nada. Bautista y Jeremy al laboratorio. Edgar, tu conmigo. Quiero máxima precaución. No sabemos a que nos enfrentamos, pero ya sabemos que no es algo de este mundo.

El extraño ser errático andaba entre los oscuros y húmedos pasillos de aquel extraño lugar. Desorientado miraba intentando buscar algún indicio conocido que le situase donde estaba. Hacia muchos siglos que sus ojos habían visto la luz del día y el forzado letargo al que fue castigado no hacia mas que acrecentar la sensación de que todo esto no sería parte de su sueño. Quizás un estado de duermevela donde la realidad y los sueños se confunden. Sin embargo, sus sentidos auditivos acrecentados por el líquido que llenaba su casco le advertían de un peligro inminente. Un peligro extraño y desconocido. Lejos de su mundo, su tiempo y su época. Siguió andando. Solo quería huir, escapar de aquel confinamiento. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde que sus señores lo castigasen con el sueño eterno? ¿Habría ya prescrito su castigo? Todas y mas preguntas se agolpaban en su mente. Pero ante todo el instinto de supervivencia era lo que mas primaba en estos momentos. Curioso se acercó a una de las paredes de cemento y paso sus amorfos dedos por las rugosas superficies.
No recordaba ninguna edificación que tuviese este material en su época.
Se paro, cerró los ojos y su mente vio un sitio totalmente distinto. Aunque reconocía el lugar. Hacía diez minutos que había estado allí.

Stephen abrió los ojos y observo donde estaba caído. Miro con curiosidad y extrañeza todo lo que le rodeaba. Como un muñeco medio roto se levantó de forma torpe. Mientras sus extremidades parecían manejadas por un titiritero principiante. Bamboleándose de forma excesiva logro ponerse de pie mientras arqueaba su espalda y extendía sus brazos intentando encontrar un punto de equilibrio. Finalmente consiguió permanecer erguido sin oscilarse de forma imprevista. Comenzó andar. Al principio dando grandes zancadas como si evitase en el laboratorio imaginarios charcos. Poco a poco fue reduciendo el paso hasta que consiguió un paso mas normal. Alertado por unas voces cercanas se giró y fue al encuentro de sus dueños.


Bautista y Jeremy amartillaron sus armas mientras se miraban con el rostro contraído por la duda y el temor. No era su intención acabar con aquel ser y ni siquiera sabían a que podían enfrentarse. Lo que si estaban seguros que aquella cosa no les iba a propiciar una bienvenida. La oscuridad los envolvía como queriendo guardar sus secretos para escupirlos en el peor momento.

Jeremy chasco la lengua y se pasó el dorso de la mano por la boca. Bautista lo miro.
-Démonos prisa, no quiero perder mi radionovela por esto.
Jeremy sonrió nervioso ante el comentario de su impertérrito compañero.
De forma lenta avanzaron paso a paso por el intrincando subterráneo. Agudizaron los oídos, pero tan solo la humedad y el frio hacían acto de presencia.
Jeremy puso la mano sobre el hombro de Bautista que sobresaltado respondió a su acompañante girándose y echándole una mirada furibunda.
El hombre levanto su mano y le indico con el dedo que fuesen hacia la izquierda.


Stephen oyó unos pasos suaves que apenas se distinguían con los ruidos naturales que se formaban bajo la superficie. Miro a izquierda y derecha y se percató que ninguna forma humana le veía. Empezó andar hacia atrás hasta que la negrura lo absorbió. Allí pegado a la fría pared escondido en un recodo espero hasta que el peligro pasase de largo o lo encontrase.

Dos sombras empezaron a oírse retumbar por las paredes con pasos lentos y furtivos.

Jeremy empezó a hurgar debajo de su espalda como si se rascase. Para sorpresa de Bautista que miraba con sorpresa lo que le mostraba su compañero. Ante él un revolver plateado. Jeremy con fuerza agarraba el arma y en sus ojos mostraba determinación en usarla. Sin ninguna duda pensaba utilizarla si se veía su seguridad comprometida.

- ¿Pero que es eso? ¿En serio vas a utilizar contra Stephen?
Bautista vio en los ojos de Jeremy una determinación fría. A pesar de todo el compañerismo y amistad que unía al grupo sabía que, ante todo primaba el instinto de supervivencia. Cualquier amenaza que hubiera fuera de una naturaleza u otra seria borrada si ponía en serio peligro su existencia o la del equipo.

-El Modelo 1892 es un revólver de doble acción con armazón macizo, cuyo tambor pivota hacia la derecha para exponer sus recámaras. Es un recuerdo de un compañero durante una misión en Francia.
- ¿Y su dueño?
Jeremy alzo la cabeza y una mirada triste y lánguida contesto a Bautista.
-Ya no lo necesita.
Una patada vino de la nada y golpeo la mano de Jeremy haciendo que el arma saliese volando hacia la oscuridad. Solo un golpe sordo aseguro que lo que había sucedido era real. Ante los sorprendidos hombres apareció una amenaza con forma de Stephen, pero lo que les aterro vio su mirada concentrada en unos ojos amarillos. La "fóvea" de su ojo (parte de la retina que ayuda a tener una visión más nítida y detallada), formaba una raya horizontal en lugar de la mancha circular de costumbre. Le recordaba a un cocodrilo milenario.

Bautista asestó un puñetazo lateral que fue interceptado por el otro, y luego este lanzó una patada de contraataque que solo encontró el aire. Uno se abalanzó velozmente sobre el otro en un torbellino de piernas y brazos. Ocurrió con tanta rapidez que Jeremy no vio gran cosa, pero Stephen empezó a gruñir. Jeremy sangraba por la nariz. Bautista agarró del cuello a su contrincante y, con un movimiento rapidísimo, le agachó la cabeza mientras lanzaba su rodilla derecha hacia arriba como una catapulta. El contrincante cayó hacia atrás, pero consiguió agarrarse con los brazos a Jeremy y quedó colgando justo delante de Bautista. La sangre chorreaba a Jeremy como si en alguna parte se hubiera roto una tubería. Bautista vio cómo la piel alrededor del ojo de Jeremy se hinchaba y se llenaba de sangre. Era como ver inflarse una colchoneta de aire. Jeremy cayó al suelo y se arrastraba mientras Bautista mira la escena como si fuera un espectador ajeno. Recibió un golpe por debajo de los riñones que le dejó sin aire, y al siguiente instante sintió que algo se tensaba alrededor de su cuello. Eran las manos de Stephen. Mientras se ahogaba pensaba que un enclenque como era posible que un enclenque como aquel tuviese las manos tan fuertes. Bautista desesperado lanzó el codo hacia atrás, notó que impactó contra algo y oyó un gemido. La lengua, entumecida, se veía empujada fuera de la boca, como si alguien le estuviera besando desde dentro. Todo empezaba a volverse negro a su alrededor.
El cerebro bullía. Ya no tenía fuerzas, intentaba tomar la decisión de dejarse morir, pero su cuerpo no le obedecía. Lanzó un brazo al aire instintivamente, pero esta vez no había ninguna red de piscina que le pudiera salvar. Fue una simple oración, como si estuviera implorando por alcanzar la vida eterna.

Las manos se destensaron alrededor de su cuello y el oxígeno acudió velozmente a sus pulmones. ¡Más, necesitaba más! Era como si no hubiera suficiente aire y sentía que los pulmones le iban a estallar dentro del pecho.

Un rostro sonriente, ensangrentado y amoratado lo miraba con alegría. Mientras baja el arma que había golpeado en la cabeza a Stephen y lo había dejado inconsciente.
-Pensaba que serias capaz de dispararle.
Jeremy lo miro con cara de bromista.
-Con las prisas me olvide las balas.


Dupont y Poe fueron caminando a través de varias secciones. Lugares que Edgar jamás había visitado.
- ¿Adónde vamos? -pregunto perdido por el laberintico paseo.
-Alla donde vamos es uno de los mas secretos. Lo siento, hemos dado un rodeo para que no sepas su ubicación exacta por si te amenazasen y quisieran descubrir el lugar.
- ¿Que lugar?
-Lo llamamos "La alcantarilla" y por su nombre te puedes imaginar que puede ver y quien quiere ir. No todos tienen autorización para visitarlo porque es donde guardamos armas que son las únicas que pueden ayudarnos entre otras cosas.
- ¿Tenemos armas para luchar contra seres del espacio? ¿Disponemos de esa tecnología?
-Nosotros no. Pero se la arrebatamos.
- ¿Quieres decir que...?
-Si, en Arcadia ya nos hemos visto con cosas así.
Tras varias vueltas y revueltas llegaran a una explanada donde nacían varias puertas sustentadas por distintos arcos.
-Espero que no tengamos que elegir.
-Nosotros no.
Dupont se agacho en medio de la plaza adoquinada y saco un ladrillo dejando al descubierto un botón.
-Y ahora por tu bien cierra los ojos. Gira cinco veces sobre ti mismo. Y no los abras hasta que te lo diga.
Edgar después de hacer lo que Dupont le ordeno oyó el mecanismo de una puerta abrirse. Sintió una mano sobre su hombro que lo empujaba mientras el eco de sus pasos en el suelo se iba mitigando. Un aire frio empezó a envolverle.
-Ya puedes abrirlos.
Ante Edgar nacía una escalera acompañada en los laterales por varias luces evitando así cualquier accidente.
Dupin apretó un interruptor oculto tras una falsa balda y varias luces se encendieron aumentando la luminosidad del lugar. Las piedras frías reverberan los pasos de los dos hombres haciendo eco en las húmedas paredes. Finalmente, cuando llegaron al piso inferior varias puertas metálicas les esperaban y todas ellas tenían en el centro una rueda numerada similar a las de las cajas fuertes. Fueron pasando una tras otra en un largo pasillo de puertas numeradas hasta que al final en un recoveco semioculta con el numero 13 aguardaba una de tantas.
Dupin con destreza empezó a mover la rueda de un lado a otro mientras el característico sonido de las ruedas dentadas al abrirse fue sonando de forma consecutiva.

Un clic afirmo que el paso está abierto y que podían acceder al interior del habitáculo. Con un chirrido que pedía a gritos una buena dosis de lubricante dejo a un lado la puerta y dejo al descubierto una buena selección de extraños armamentos que Edgar nunca llego a imaginar.
En las paredes y de forma ordenada esperaban diversos artilugios de metales brillantes y redondos como otros alargados y de apagados colores. Aun así, todos tenía el terrible aire de ser letales artefactos listos para ser usados.
Dupont de forma concienzuda fue pasando de uno a otro estudiando su poder y características y sopesando si realmente era el adecuado para repeler la amenaza que tenían en ciernes.
Edgar hizo ademan de coger uno de esos enigmáticos trastos cuando la mirada amenazadora y la seria negación de su acompañante hizo que todo acabase en una ademan.

-Ni siquiera yo conozco todo el poder que se encierra aquí dentro. Y menos si lo que vaya a usar es lo mas adecuado. Pero debemos intentarlo.

Egdar asintió sumiso mientras se giraba y se dirigía hacia la puerta con Dupont que colgaba al hombro una especia de bazooka alargada con extraños símbolos.
-No perdamos tiempo. Estamos todos en peligro y cuando acabemos con ese monstruo mejor.


Bautista alterado y con paso nervioso fue recorriendo cada estancia y cada rincón del emplazamiento. Sudaba mientras pensaba que hacer si se encontraba con aquella maldita cosa. Sin armas y sin apoyo era un blanco fácil. Pero aun así sentía que era su deber luchar por Arcadia y por los suyos. Aparte del miedo, el ruido le confundía y le hacía sentir como si a cada vuelta el peligro se fuera aparecer de forma inminente. Y resoplaba de alivio cada vez que su intuición fallaba. Pero sabía que esto no era eterno y como decía aquel dicho ten cuidado con lo que deseas. Deseando que no llegase el peligroso encuentro deambulo por una recta que ascendía hacia una esquina que no permitía adivinar lo que ocultaba. Acelero el paso y cuando doblo el recoveco vio a unos metros una figura de espaldas. Sus ojos se abrieron de tal forma que sus pupilas se dilataron lo indecible. Aquello con una especia de mono plateado y un casco se asemejaba a aquellos locos de la velocidad que corrían en los circuitos de Indianápolis.
Como si de repente sufriese una parálisis en las piernas y le hubiesen caído sesenta años empezó a arrastrar los pies lentamente hacia la criatura. Tal era su miedo que iba rezando y orando cuanto mas cerca veía al ser. No sabía cómo iba a pararlo. Ojalá tuviese un plan para detener la amenaza, pero solo le quedaba improvisar. A medida que se aproximaba iba pensando y desechando planes de ataque. Su cerebro era una maquina al límite calculando posibilidades y probabilidades de éxito. A veces mira por encima deseando que Edgar apareciese cual caballero salvando la situación en el último momento. Pero por desgracia ni estaba, ni se le esperaba. Tendría que acometer el trance en solitario esperando una victoria para la humanidad.

Jeremy acelero los pocos metros que faltaban para llegar a las húmedas y oscuras celdas. Cuando se le erizaron los pelos de todo su cuerpo.

-Ph'nglui mglw'nafh Kitsune R'lyeh wgah'nagl fhtagn


Una voz profunda y oscuro se instaló en el fondo de su cerebro. Stephen que permanecía colgado sobre su hombro como si fuera un saco empezó a serpentear mientras giraba su cabeza de una forma antinatural. Sus miradas se cruzaron y unos ojos parecidos a los de un saurio ya extinguido lo miraba desde otra vida, otro universo. No le dio tiempo a reaccionar cuando un fuerte golpe llego sin avisar a su estómago. Jeremy se dobló momento que aprovechó su atacante para deslizarse hacia atrás y ponerse de pie. El agredido seguía caído mientras tomaba aire e intentaba que su cuerpo reaccionase ante el impacto que había recibido. Stephen andaba a su alrededor como esperando dar el toque de gracia a la vez que profería unas palabras en un lengua extraño y arcaico.

-Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn.

Sthepen alzo la cabeza llena de ira mientras miraba al extraño hombre, el cual había deportado hacia unas horas conversaciones y bromas. Pero por desgracia no fue por mucho rato una patada en la cara lo volvió a tirar al suelo. Noto un fuerte dolor en la nariz y vio como el suelo se llenaba de un goteo incesante de sangre. Sangre que también le llenaba su boca. Su labio estaba partido.
Mientras Stephen seguía azuzándole con nuevos golpes. Una patada en el costado le corto momentáneamente la respiración mientras su oído se llenaba de pitidos y raras letanías.
Jeremy en un último intento desesperado agarro los pies de su némesis y tiro fuertemente de ellos haciendo que perdiera el equilibrio y se golpeara con los barrotes de la entrada de la zona de control de las celdas. Stephen se giró y su rostro se deformo de tal manera que al congestionarse mostro la cara de una bestia lleno de ira y sed de sangre mientras rugía canticos ininteligibles.

Bautista alcanzo al invasor por la espalda e intento hacerse con él. Pero ni podía levantarlo ni moverlo era como si se hubiera clavado al suelo. Lo volvió a intentar con todas sus fuerzas sentía que sus manos se ponían blancas y las venas de su frente iban a estallar entre el esfuerzo y los gritos que daba.

Un fogonazo recorrió su cuerpo y su cuerpo se vio lanzado por una onda invisible hasta que choco brutalmente contra la pared. Bautista como una marioneta sin hilos estaba desmayado en el suelo respirando al límite. Sentía sus latidos sin control y su cabeza a punto de estallar como si le clavasen cientos de agujas a la vez. Con la mirada vidriosa vio cómo su enemigo sacaba una especie de pequeño tubo plateado de su espalda. Bautista se preguntaba de donde había sacado ese artefacto. Vio como una mirada acuosa le lanzaba un mensaje explícito de odio mientras el en un acto desesperado ponía las manos delante como si pudiese crear un barrero invisible.

-Vamos, vamos. No te pongas así, estábamos jugando.
Una luz blanca y muy luminosa salió del arma y fue a impactar por encima de Bautista. Este empezó a emitir una risa nerviosa a la vez que señalaba al tirador.
-Creo que tienes el punto de mira algo desenfocado. A ver si necesitas gafas, ser espacial.

El aludido se giró e ignoro al hombre como si fuese algo ya acabado y terminado. A Bautista le pareció oír por encima suyo como si la pared empezase a resquebrajarse, pero en el suelo no sentía ningún movimiento sísmico. Además, sabía que allí el terremoto era tan frecuente como los marcianos. Pensó que esta analogía no era muy acertada y movió la mano de forma instintiva como si estuviese borrando algo en el aire. Giro su cabeza y vio como poco a poco un agujero se iba abriendo en la pared y sonidos guturales empezaban a oírse en el otro extremo. Sonidos que jamás había escuchado y que sonaban como si una gran bestia quisiera entrar.
Continuara...

Capitulo 14 "Hogar, dulce, hogar"



          

El viaje transcurrió sin incidentes. La temida tormenta no apareció y conseguimos llegar al embarcadero sin problemas. Allí nos esperaban dos agentes. Hombres recios, gastados por los vientos. Los vimos acercarse a la embarcación con sus movimientos lentos y andares pesados. Como si asegurasen cada paso antes de dar el siguiente. Sabían que no estaban en su elemento, pero parecía no importarles casi se podía decir que les agradaba el cambio de aires. Mientras el barco se bamboleaba de forma rítmica a la espera de los nuevos pasajeros. Edgar y el mayor miraban tensos a la espera de cualquier sorpresa.


-Hola, somos del servicio de reparto. Venimos a por el paquete.

- ¿Que paquete? -dijo Edgar mirándolos de forma inquisitiva. -Mayor, estos tipos son traficantes.

-Egdar...

- ¿Con que trafican, señores? Señores por decirles algo. Gente de dudosa reputación.

-Edgar....-volvió a repetir el mayor.

- ¿Drogas? -dijo Edgar acusándolos con el dedo. - ¿Armas?

-Edgar...

- ¿Mujeres? -dijo echándose las manos a la cabeza. -Es horrible. Es lo mas sucio y vil que oído nunca. Vergüenza debería darles.

-Edgar, el paquete somos nosotros. -dijo Dupont fuera de si.

Edgar contrariado miro a los hombres y luego al mayor enfadado.

-Ya lo sabía solo estaba... ya sabe poniéndolos a prueba. Sera mejor que suelte amarras y recoja un poco por abajo. -dijo excusándose.


Una vez se hubo marchado. Los tres hombres se quedaron solos.

-Soy el mayor Dupin. -dijo estrechando la mano. - ¿Y ustedes?

-Perdone nuestra rudeza, mayor. Cuanto menos sepa de nosotros mejor. Nos puede llamar Repartidor 1 y 2.

El otro tipo asintió con la cabeza y se marchó al interior del barco donde se hallaba el resto del pasaje.

-Es un poco duro, ¿No cree?

-Cierto, pero allí donde vamos es un lugar confidencial y solo lo extraordinario de la situación le permite a usted y sus compañeros a que les llevemos. Por cierto, no se preocupe por su coche. Ya se han hecho cargo de él. Una grúa lo llevara a su destino limpio y encerado. El mejor servicio de mantenimiento de vehículos que encontrara en todo el país.

-Me deja usted anonadado.

-Pensamos en todo, mayor. Y ahora si me permite. -dijo el repartidor mientras tomaba los mandos del barco.

-Esta isla tiene una gran importancia estratégica y también guarda muchos secretos. Hace años el presidente Rossvert creo una base de vigilancia a pocos kilómetros de este embarcadero para acciones rápidas por si se desataba alguna tragedia. Es consciente que allí van a parar algunos ciudadanos incómodos para la nación. Casi nadie conoce la existencia de nuestro nido y queremos que siga así. Es uno de nuestros mayores secretos y costo mucho mantenerlo lejos del público durante su construcción.


El embarcadero era ya un punto diminuto en el horizonte y poco a poco se iba espesando la vegetación a medida que se acercaban a la otra orilla. La quilla del barco iba expulsando espuma y agua por los laterales. Poco a poco un enorme monolito de piedra se iba agrandando a medida que la barca ganaba en velocidad. Hubo un momento que parecía que íbamos a chocar contra aquella masa pedregosa pero una fuerte sacudida nos llevó todos hacia delante y la velocidad ceso. Estábamos trabados. Todos fuimos presa de los nervios excepto nuestros repartidores. Asustados empezamos a asomarnos para ver si algunas plantas se habían quedado enredadas en la hélice. Asombrados vimos que una especie de gran cesta nos tenía atascados y que por extraño que parezca la nave empezaba a bajar.

-Tranquilos, tranquilos. -dijo el piloto extendiendo las manos en señal de tranquilidad.

- ¿Que es esto? ¿Que está pasando? -dijo el mayor.

- ¿Veis esa mole de piedra escondida tras este denso follaje?

Todos asentimos.

-Bien es una fachada. Es una base de control. Hicimos correr la noticia que esto era la Piedra del Diablo y que habían desaparecido varias personas de forma misteriosa. Ya sabéis como funcionan estas cosas. Luego la gente se encargó de adornar la historia con sus propias historias y teorías. Ahora estamos descendiendo porque esto es una pequeña presa para evitar curiosos si algún indeseable viene y se queda trabado lo elevamos para que se marche.

Poco a poco la nave fue bajando hasta ponerse al nivel de la entrada de la gruta. Cuando llego al mismo nivel lentamente la nave se dirigió a una pared lateral de la montaña. Lisa y sin ningún tipo de sitio para agarrarse.

Un lugar sin salida. Aparentemente. El nivel del agua empezó a bajar de nuevo y con ella la barca. Mientras vamos descendiendo un paso similar a la entrada de una enorme caverna se va viendo.

-Bueno no me negareis que es una maravilla. Costo mucho crear un sistema tan discreto para nuestros intereses.

Tras unos instantes pudimos acceder con la barca al interior de la base.

-Por desgracia todo lo que hay aquí es alto secreto. Me encantaría mostrarlo, pero por desgracia es imposible. Esto no existe y nadie de ustedes ha estado aquí. Nosotros desembarcaremos e iremos directos al coche que nos tienen preparado para llevarlos a todos a su destino.

Y así fue. Nuestros dos escoltas nos acompañaron hasta un enorme garaje donde nos esperaba un discreto coche negro sin ninguna identificación. El viaje transcurrió aburrido y monótono. Nadie hablo y cualquier intento de llevar una conversación con nuestros acompañantes fue nulo y en monosílabos.

Nos dejaron a las puertas de la base dejando tras de si una nube polvo y misterio. Una bola del desierto paso rodando la carretera tras su coche que desapareció a la misma velocidad que el arbusto rodante. Cabizbajos y cansados andamos hasta la entrada. Nos miramos unos a otros. El sonido de un claxon nos puso alerta. Un camión de helado nos apercibía para que nos apartásemos para entrar en la propiedad.
-Creo que tenemos un reparto especial. -dijo el mayor con énfasis misterioso.
- ¿Helados? Bueno eso está bien para variar y no los postres del cocinero.
-comento Edgar.
El camión paso delante de nosotros a la vez que nos apartábamos con rapidez.
Después de parar el vehículo un hombre con un traje de algodón blanco y sonrisa gatuna se fue acercando. Por su peso sudaba copiosamente y dejaba marcas húmedas en diversas partes del uniforme.
-Mayor, ¿cómo va? Os traigo unos repuestos muy interesantes.
-Jeremy, como siempre nos traes alguna sorpresa agradable.
-Bien pasar conmigo para que veáis que regalos tengo para vosotros.
-¡¡Jeremy!! ¿No tienes nada para mí?
Un renqueante Stephen venia a toda velocidad. Al verlo no pudimos mas que echarnos a correr y abrazarlo. Aun tenía alguna moraduras de nuestro incidente, pero estaba bastante mejorado.
Tras saludarnos fuimos todos a la parte de atrás del camión. Jeremy como maestro de ceremonias hizo una pausa antes de abrir para añadir mas misterio.

Entonces se abrieron las puertas del camión y un vapor helado nos alcanzó a todos. Ojos expectantes se clavaron a pesar del frio. Durante un instante no pudimos ver nada. Una vez disipada la niebla un arcón metálico anclado a las paredes empezó a mostrarse.
- ¡Señores! Misterios a la carta llaman a su puerta.
- ¿Que contiene?
Jeremy se encogió de hombros.
-No lo sé. Yo solo llevo los paquetes. El mensajero no puede ni saber ni abrir el contenido. Solo sé que cuando llego la expectación sube al máximo.
-Stephen sube y olfatea el interior.
Con ayuda de Jeremy y Dupont a duras penas subió a la plataforma. Aunque estuvo a punto de resbalar un par de veces. La emoción era superior al miedo a caerse.
De forma reverencial se acercó al paquete. Empezó a limpiar la parte superior donde existía una ventanita acristalada. El científico puso las dos manos para ver el interior. Espero unos segundos levanto la cabeza y nos miró como un niño en Navidad.
- ¡Dios mío! Esto es increíble. No puede ser.
Continuara...

Capitulo 13 "La vuelta"

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Sam nos abrió la portezuela y se despidió agitando la mano para no demorar nuestra partida. En su rostro se veía preocupación y no solo por el estado del tiempo.


-Sera mejor que se den prisa. -dijo Sam.-Si les pilla una tormenta puede que no lleguen a la orilla.


En el exterior el viento soplaba con fuerza. Aunque no había empezado a llover, el olor a humedad impregnaba el ambiente. Dupont y yo llevábamos con cuidado al científico. George lentamente iba andando. Se notaba el tiempo recluido había mermado sus fuerzas y sus piernas. Vestía un traje oscuro arrugado y un roído sombrero. Le pusimos para que no pasase frio una manta por encima para evitar que enfermase.


A medida que nos acercábamos a la barca notábamos como la electricidad se iba cargando a nuestro alrededor. Decidimos acelerar el paso. Poco a poco la nave se iba haciendo mas grande, era señal de que nos aproximábamos a ella. En cubierta los dos agentes esperaban ansiosos nuestra llegada.


Uno de ellos señalo el cielo mientras nos hablaba.


-Amigos, será mejor que se den prisa. Se va desatar un infierno allá arriba y nos va a dar de lleno. -después de decir esto escupió al agua.




-Vaya, vaya si tenemos a nuestros grumetes con un polizonte. -dijo Mooney de forma irónica mientras nos ayudaba a subir a bordo.


Dupont lo hizo callar con una mirada amenazadora. El tipo bajo la cabeza y siguió con su tarea hasta que todos estuvimos a bordo.


Dupont saco un reloj de su bolsillo y frunció el entrecejo pensativo.

-Creo que ya estamos todos. Sera mejor que esos motores echen humo. Como decías esto se va poner muy feo.

-Tranquilo jefe. -dijo el bajito. -Burdick sabe lo que se hace. Verdad, ¿amigo?

El aludido le guiño el ojo de manera complice.

-Ya nos ponemos en marcha, capitán. Suelten amarras, izar velas y a toda maquina.-mientras decía esto teatralmente soltó un pitido como si fuese un silbato imaginario y después reafirmo su gesto tocando la sirena.

Dupont sabia por experiencia que algo se estaba tramando y desconocía el que. Sentía que venia la tormenta pero no sabia si temía la de arriba o la que podía desencadenarse en el propio barco.


Como se preveia el tiempo fue empeorando y pequeñas gotas empezaron a caer. Durante parte del trayecto confiamos en la suerte y parecía que íbamos a llegar a tierra indemnes. Pero todo cambio de repente porque empezamos a sufrir sacudidas grotescas como aquella barca quisiera hacer el resto del viaje bajo el agua.

-Ese nubarrón negro se nos ha presentado a hurtadillas cogiéndonos por la espalda. ¡Maldita calamidad! -y mientras decía esto señalo al cielo.

Nosotros inconscientemente miramos al cielo momento que aprovecho el piloto para ponerse al lado de su compinche y sacar unas pistolas escondidas en sus espaldas. Estábamos a su merced.


- ¿Tu que crees, Burdick? Puede que nos den un buen dinero por el loco. Si han hecho todo este viaje será Don Importante..-mientras decía esto se acariciaba la cara como intentando poner un precio a la mercancía.

-Pienso que llevamos mucho peso, Mooney. Habrá que aligerar el barco.

Con un movimiento de sus armas nos conminó a que se acercarse el doctor adonde estaban ellos y que nosotros nos juntásemos y permaneciésemos lejos de ellos.


Dupont estuvo a punto de sacar su pistola, pero una voz sonó detrás de él. Justamente donde estaba el pequeño cuarto apareció un tercer hombre con una escopeta recortada un gorro de lana y una cara curtida en mil peleas.

-Amigo, yo no haría eso. Y ahora tenga la amabilidad de tirar su arma hacia mis compadres.

- ¿Que creen que pueden sacar con esto?

-No sé, polizonte. Pero con sacar unos billetes me conformo. Soy un hombre conformado.


Edgar y yo nos miramos aterrorizados. Desarmados y a merced de tres malhechores de poca monta.

-Vaya, pensaba que eran Chacales.

-Ja, ja, ja…-rio el desconocido. -Chacal no sé, pero ese es un poco zorro y el otro muy perro.

Dupont aprovecho el momento para soltar un codazo en el estómago de su oponente que le hizo soltar el aire y perder la compostura. Luego se echó hacia atrás con todas sus fuerzas y girar la cabeza hacia atrás para golpearle en la nariz y apoderarse del arma. El ruido al romperse el hueso fue estremecedor.

-No se mueva o matare a su amigo. -dijo Mooney apuntando al doctor.

-Hágalo si puede.

Entonces el doctor se quitó la manta que lo cubría y el sombrero. Era Diego uno de los guardas disfrazado de George.

-Es la hora del baile. Si no acabamos con esto no tendremos mucho tiempo para recoger a su amigo. -mientras decía esto golpeo a Mooney que se vio sorprendido por la agilidad de su contrincante.



Burdick decidió ayudarle e intento sorprender a Diego, pero Edgar y yo nos interpusimos. Nos abalanzamos sobre las cómo dos fieras. Pero por desgracia ya estaba repuesto de la sorpresa y contraataco.


El tipo de la nariz rota se echó de nuevo sobre Dupont y se colgó sobre él intentando ahogarlo. El mayor sentía como el aire se le escapa y empezaba verlo todo negro. Volvió a echarse hacia atrás para que su rival se golpease. Finalmente lo consiguió y se zafo. Vio como caía al suelo. Iba a soltarle una patada, pero este fue más rápido lo cogió del pie y lo hizo caer. Diego mientras iba acorralando a su rival a base de derechazos. Mooney desconocía que aquel hombre fue campeón de pesos medios en su unidad y aunque estaba algo oxidado por los años fue recuperando sus golpes. Mooney era un muñeco en sus manos. Finalmente cayó, Diego se creía que la partida era suya. En la desesperación Mooney alcanzo a coger un arma que estaba en el suelo y se la tiro a la cara impactando con toda su fuerza. La sangre caía a borbotones de su rostro manchando toda su ropa. El dolor le hizo volverse loco y empezó a dar patadas a Mooney una y otra vez. Mooney se revolvió haciendo tropezar a Diego que trastabillo y cayó fuera de la barca. Por suerte en el último momento pudo agarrarse al borde para no caer. Mooney medio cojeando consiguió levantarse, recogió el arma del suelo y se acercó a Diego. Lentamente, paladeando el momento se acercó al guardia y apunto a su mano.

-Suéltate o disparo. -dijo mascando las palabras mientras lo miraba con los ojos hinchados por los golpes y el rostro ensangrentado.

-Nooo, no.…-dijo el hombre con el terror en su rostro.

-Hasta siempre, peleón. -dijo Mooney con una sonrisa siniestra mientras la sangre y la saliva se le escapaban por la boca.


Burdick se defendía como gato panza arriba. Edgar y yo atacábamos a base de puñetazos y combinando nuestras fuerzas. Pero sin lugar a dudas era un rival duro de pelar que no se amilanaba. Se notaba su experiencia en estas peleas y casi diría que se encontraba a gusto en la situación.

-Vamos, hombre. Porque me dejáis a mí a estos niñatos. -decía para enfadarnos.

Sin duda sabía que cuando mas nos enfadásemos mas bajaríamos la guardia. Una cosa era pegarse con los chicos del colegio y otra con un experto sicario que utilizaba todos los trucos sucios para acabar con nosotros.

Tan ocupados estábamos que nadie pensaba que el barco iba a la deriva y sin gobierno. Cada momento que pasaba hacia mas difícil volver para buscar a George.


Entonces vi a Mooney que iba a disparar a Diego y sin pensarlo fue gritando hacia el tipo. Sorprendido se giró y recibí un golpe en toda la cara del arma que tenía en su mano. El problema de la velocidad es que si algo te alcanza hace cambiar el rumbo. Eso fue mi perdición.  El impacto me hizo girar sobre mí mismo y caí hacia atrás fuera del barco. Aleteando con los brazos para mantener el equilibrio como un pájaro perdido intentando evitar lo imposible.

- ¡Uuuoooo! -apenas pude decir.

Por suerte en el último momento pude aferrarme al lateral.

-Vaya, vaya. Esta si que es buena dos polizontes a punto de ir por la borda. -decía mientras miraba de un lado a otro y no saber por quién decidirse.


De pronto los demás pararon mirando absortos el devenir de este tenso momento.


Dupont permanecía en el suelo boca arriba viendo como rival se echaba sobre el para rematar la faena. Presionando con todas sus fuerzas con su brazo para ahogarle. Dupont sacando fuerzas de flaqueza cogió y empezó a presionar los ojos del desgraciado que no paraba de gritar. Paro y soltó otro tremendo cabezazo en la rota nariz del hombre que cayó inconsciente. Lo dejo allí y rápidamente se levantó.

Dupont y Edgar cruzaron una mirada cómplice. Naturalmente yo no sabía nada de esto porque permanecía chapoteando al borde de la muerte.


-Bueno, yo no soy tan niñato.-dijo el mayor mientras muy seguro se acercaba a Burdick.

Burdick abrió la boca para replicar pero solo recibió un certero puñetazo que lo dejo fuera de juego.

-¡Siii!!.-dijo eufórico mientras se miraba los puños y los besaba.-¿Que te parece el martillo de la justicia cayendo con todo su peso sobre ti?

Mooney miro hacia todos los lados sin comprender que había ido mal.

Edgar lleno de furia empezó a golpearle. Toda la rabia y el miedo del momento se convirtieron en una paliza hacia el bandido que se vio acorralado y cayó al agua. Por suerte justamente donde yo estaba, le tendí la mano para que no se ahogase y con la otra se apoyó en la barca para no caer. El agua no hacia mas que salpicarme encima y meneaba la cabeza para intentar sacudírmela de la cara. Apenas lograba ver lo que tenía delante. Mooney me miro muy serio con su sonrisa falsa y ruin me dijo:

- ¿Cuánto sabes del miedo?.


Y con la mano libre me cogió del pecho y empezó a zarandearme con la intención de hacerme caer. Mi mano resbalo y me sentí libre, flotando en el aire ya solo quedaba que Mooney me soltase. Pensaba que era el fin. Un enorme manotazo cayó sobre su cabeza y me elevaron. Diego y Dupont me estaban cogiendo mientras Edgar sostenía al desgraciado Mooney. Me sentía como una trucha recién pescada. Todo empapado y mojado. Tiritando de frio. Una vez repuestos del susto nos pusimos en marcha de nuevo.
- ¿Por que habéis tardado tanto? Empezaba a tener hambre.
Me ignoraron completamente mientras me dejaban en el suelo.
-Muchachos es hora de tomar el timón. Por increíble que parezca el tiempo nos estaba dando una tregua y teníamos que aprovecharlo. Edgar y yo nos abrazamos y lloramos emocionados de haber salido tan bien parados. La suerte estaba de nuestra parte, ¿pero hasta cuándo?


Diego fue el nuevo piloto y estuvo a punto de quemar el motor llevándolo al límite, aunque se notaba era un experto. Dupont no le quito ojo de encima y aprovecho para aprender unas nociones básicas de navegación. Sabiendo como estaban las cosas el mayor solo quería a los imprescindibles a bordo para evitar mas sorpresas. Con los tres presos en cubierta reanudamos el viaje. Me acerque a Mooney. Tan distinto de cómo lo habíamos conocido. Hundido, con el rostro marcado y lleno de moratones. Los ojos apenas abiertos por la hinchazón. Lo miré decidido y le dije:

- ¿Cuánto sabes del miedo? Porque allí donde vas aprenderás mucho de el. Lo sé, porque lo he visto. Que Dios se apiade de tu alma.


Me aleje mientras su mirada temerosa y perdida me acompañaba.

Me acerque al mayor y le pregunte mientras miraba a esos hombres rendidos.
- ¿Que será de ellos?
Dupont me miro de forma comprensiva mientras se acariciaba la cabeza.
-Solo les quedas escribir sus necrológicas a esos sinvergüenzas. Serán consumidos al lugar donde van. Es su final y lo saben.
-En cierta forma me da pena. Se merecen un castigo y eso, pero...
-Ellos vivieron según sus normas y no respetaron las reglas. Todo lo que les suceda será fruto de sus actos. Tuvieron una oportunidad de elegir y escogieron el camino equivocado. Si nosotros hiciésemos lo mismo estaríamos en su lugar.
Después de esto me miro y me dio a entender que a pesar de mis opiniones y no estar de acuerdo las respetaba.
- ¿Sabes? No es la primera vez que navego. -dijo cambiando de tema para quitar tensión a nuestra charla.
-Pensaba que era su primera vez.
-Solo si. Mi abuelo tenía una pequeña barca y me llevaba muchas veces a mar abierto sin que se enterasen mis padres. Aun me parece verlo con gastada gorra azul y su descosida ancla. Su pelo blanco saliendo a mechones por debajo y su sonrisa franca.
-Por su tono parece que no acabo bien.
-Un día salió a pescar y desapareció. Así, sin mas. Poco después encontraron su barca. Estaba vacía y todo en perfecto orden. Incluso su taza de café estaba sin terminar. Parecía que se hubiese esfumado. Lo buscaron durante mucho tiempo, pero... nada. Ni un triste rastro. Como si se lo hubiese tragado el mar. Después de esto jure que no volvería a pilotar un barco.
Después de esto se giró mirando al horizonte atentamente mientras pilotaba la nave. Era su forma de dar por terminada la conversación.


Sabíamos que no existía otra opción. Nuestra mascarada a duras penas funciono y teníamos a tres delincuentes a buen recaudo que acabarían en alguna celda de la isla por cortesía de Sam. Para que no hubiese mas complicaciones Sam envió un mensaje a nuestra llegada a sus superiores y nos proporcionaron una escolta que nos estaría esperando en tierra firme. Por si hubiese problemas también nos proporcionaron una pistola Very con bengalas. Así no quedábamos tan expuestos si los problemas acudían. Basta decir que los tres malhechores eran culpables de haber asesinado a dos guardas y hacerse pasar por ellos para robarnos y matarnos. Nuestro temor que fuesen sicarios de la secta fue infundado, pero aun así eran una amenaza para nuestra misión. Poco después supimos que eran culpables de varios cargos de robos y asesinatos alrededor de la isla haciendo todavía mas grande y siniestra la leyenda del lugar. Allí los dejamos para siempre. El verdadero George volvió con nosotros y se le emplazo en un lugar cómodo en la barca. Decidí dejarle tranquilo degustar sus primeros momentos en libertad y que se acostumbrase a su nuevo estado. Lo llevamos al interior del barco en un desgastado sillón. Iba a marcharme, pero no quiso, me miro aliviado y su mano temblorosa se apoyó en mi hombro para que me quedase con él. Cerré mi mano y choque con la suya. Era un saludo secreto que me enseño de niño. Un código de complicidad para hacerme entender que estaba volviendo a ser el de siempre.

-Ha pasado tanto tiempo. Es hora de que me pongas al día.
Continuara...