sábado, 15 de agosto de 2015

Capitulo 2.1 Preludio "Un nuevo comienzo"

Protegido por la noche yace el viejo museo municipal, el solitario edificio obra de un generoso alcalde convencido que con tal magna obra conseguiría réditos para su reelección aunque por desgracia un fraude acabo con sus aspiraciones pero no así con con su legado. Mecido por el frió viento y esperando conocer tiempos mejores, gracias a una nueva administración que quiere impulsar su historia con nuevas exposiciones. Como la que proximamente va a ser inaugurada y de la cual ya lucen carteles para que todos los transeúntes conozcan que novedades tiene que ofrecer.
"Misterios del Imperio Romano"
Todo un golpe a la curiosidad de los ciudadanos de este noble lugar. Aunque por desgracia no todos pueden esperar a que llegue el día y abran sus puertas para saciar el intelecto de la gente. En el anonimato y la oscuridad una sombra se mueve despacio y con cautela. No quiere ser visto ni llamar la atención. Como un gato tras su presa mide sus pasos y templa su mirada hacia cualquier lugar para no ser descubierto. Dentro de su traje negro y su estilizada figura, un tipo calvo y fino bigote se guarda un ser convulso y en tensión. Sabedor de lo importante que es no fracasar en su misión. Finalmente se posa delante del lateral del edificio como retando a la mole de piedra y columnas. Le esta diciendo estoy aquí y vengo a por mi trofeo. Hecha mano de su centenario arco y escoge una flecha de su carcaj. De forma medida y tranquila prepara el proyectil con un garfio en su extremo que le permitirá el asalto.
Músculos tensos y concentración absoluta. Por un momento se permite recordar la sensaciones que le traen este mismo gesto hace mucho tiempo en otras situaciones totalmente distintas. Ahora no oye el grito de los hombres, el olor a sangre ni el relinchar de los caballos.
Como una molesta mosca elimina estos recuerdos y vuelve a centrarse. Suelta aire y dispara la andanada esperando que sea la única. Tan solo un silbido corta el viento antes de que un ruido metálico confirme que ha llegado a su objetivo. Vuelve a mirar a ambos lados por precaución y tira de la cuerda para cerciorarse que no caerá a mitad de escalada al vacío. Suavemente inicia el ascenso y siente que su cuerpo le traiciona ya no es aquel joven enérgico y infatigable de antaño. Cada subida le quema el pecho y arde los pulmones. El deseo de abandonarse es fuerte pero sabe que es solo la mente. Mente que conoce como su propia alma. Tras una eterna escalada se agarra a los muros y da un empujón para caer sobre la terraza. Se toma un breve tiempo para recuperar el aire y piensa que hace una bonita noche. Un cielo estrellado le saluda. Por un breve lapso vuelve a pensar en otros tiempos y en otra vida. Solo es un momento, ya esta de pie buscando la vía de entrada. La fortuna le sonríe el tejado plagado de claraboyas le dará acceso al interior. Solo espera que los guardas le den una noche tranquila. Ansia la paz pero hoy no la va a tener. Coge la cuerda de la flecha y abre con cuidado una de las claraboyas. Mira el oscuro vientre donde descubre una gran patio donde seguro se hallan potenciales adversidades recorriendo entre sus pasillos.
Deja el arco y las flechas para la vuelta.
Advierte algunas luces deambulando. Como se temía no iba a ser tan sencillo. Agarrado a la cuerda como si fuese su ultima esperanza va descendiendo hasta que encuentra un lugar donde saltar. Balanceandose y con un impulso se agarra a la balaustrada, sube y se agazapa en la negrura. En alerta busca un lugar donde poder esconderse. Reza para que la información que le han dado sea cierta y no acabe en una encerrona.
Pasos. Detrás de el un guardia. Actúa como un resorte y el puñetazo en la entrepierna hace caer al objetivo mientras se derrumba un segundo golpe en la sien lo deja sin sentido.
-¿Jhon? He oído un ruido, ¿estas bien?
El hombre ni siquiera percibe en su cuello un dardo con curare. Cuando toca el suelo ya esta sin sentido.
Un piso mas abajo y unos cuantos metros a mano derecha y allí esta lo que espera.
El ladrón se levanta al mismo tiempo que aparecen dos guardias. Todos ponen cara de sorpresa. El intruso golpea con la cabeza la nariz de uno de ellos mientras suelta la pierna al tobillo del otro. Sorprendidos vuelven a recibir un puñetazo en pleno pecho y el acompañante un sonoro puñetazo en el maxilar. Acto seguido coge ambas cabezas y las golpea dejándolos sin conocimiento.
Se acabaron las horas de las florituras. Ya saben que esta aquí. Sale corriendo hacia las escaleras y mientras baja ve un hombre que sube, esta a punto de sonar un silbato. En un instante su cerbatana ya lanzado el terrible mensaje. Como un borracho el hombre cae con un desfallecido silbido que no va a ninguna parte. Este terrible creador de dolor da gracias por las enseñanzas de UeyTecutli. En su cintura siente las terribles cuchillas de obsidiana recibidas por su destreza y valor pero no quiere mancillar su filo con sangre innoble.
El tiempo pasa rápido y el efecto sorpresa se ha perdido. Ante su presencia una sala dedicada a Roma y la guerra. Armaduras y armas. Una exposición de pugios, gladius y phata junto a jabalinas. Otro tiempo, otro lugar. Dos guardias aparecen sellando la entrada. Toma una legendaria gladius y vuelven los recuerdos. Su sangre se calienta. La lucha, el circo y el desafió acuden a el como un perfume. Gladiadores, arena y mujeres.
-Deja eso ante de que te hagas daño.-dice un orondo guardia. Quizás impone su figura pero no deja de ser una diana.
El aludido se gira lentamente y toma una jabalina sopesa y equilibra el peso en su mano.
-Con eso no darías ni a un...-no acaba la frase. Un estertor es el punto final junto a un pecho atravesado por un arma milenaria que hacia tiempo no empapaba su punta con sangre.
-¡Maldito asesino!
Todo parece que el guardia va enfrentarse a su nemesis. Pero queda parado y raudo toma el silbato y se desata el sonido del infierno.
No hay tiempo, no hay tiempo...
Esta letanía resuena en la cabeza del descubierto. Mientras su plan pasa a modo desesperado ahora el éxito es a cualquier precio. Corriendo como alma que lleva el diablo llega por fin a la sala donde se muestra objetos y joyas cotidianas de los gobernantes romanos.
Expectante el misterioso hombre va buscando hasta que por fin allí brillando entre otras tantas reliquias aparece tan codiciado botín.
Ya es mio.-piensa el saqueador.
Cuando una enorme manaza coge su mano y la oprime. Sorprendido el caco se gira y delante de el una masa de músculos se impone gallardo. Un guardia alto, enorme y hercúleo se erige como defensor de la justicia y el honor.
-¿Sabes, mequetrefe lo que vale este anillo? Bueno tampoco te importe mucho. Lamento decirte que nada mas abrir la claraboya salto la alarma. Siempre supimos que alguien había allanado este lugar.
Ante tal charla el pillado intenta zafarse del agente soltando una patada en la espinilla que aparte de dejar el pie dolorido al atacante solo consigue enfadar mas al agredido que empieza a apretar mas la mano de su presa. Ante tal situación el maleante se deja caer con todo su peso dando una patada en la base del pie mientras cae haciendo perder el equilibrio al giganton. Una vez libre empieza a correr. Pero con tan mala suerte que un casco viene volando e impacta en sus piernas haciéndole trastrabillar y chocar contra una armadura. Rápidamente coge una loriga, una armadura romana, y un escudo. Preparado con su fiel gladius decide enfrentarse a la amenaza. El hombreton saca su pistola y empieza a disparar. Gran error porque entre el escudo y la coraza no consigue dañar a su objetivo.
-Lo siento amigo, ahora es mi turno.
El gladius vuela impactando en el pecho del hombre. Siente la sangre caliente derramandose por su pecho y como la fuerzas abandonan su cuerpo. Pero no percibe como su adversario abandona a su lado la armadura y el escudo.
-Fuiste un digno contrincante pero el pueblo eligió tu muerte. Lo siento.
Mientras abre su mano y ve un anillo con un extraño grabado. Los silbatos del exterior le devuelven a la realidad. Solo queda apresurarse y volver al punto de partida, con suerte puede subir por el tragaluz. Solo espera que no sea tarde, si pierde su billete de salida todo estará perdido.
Tras unos instantes que parecen horas el extraño consigue llegar al tejado. Apenas se asoma ve como una larga cuerda se va arrastrando como si fuese un eterno reptil. Alertado por la situación intentar alcanzar la cuerda que ve como se eleva y se va acercando al final de la azotea. Pone su empeño pero la soga sigue alejandose.
Todo o nada.
Sacando fuerzas de la nada da un impresionante salto pero sus manos solo cogen aire.
Quedando su cuerpo en una peligrosa maniobra que le hace caer al vacío. Por suerte en el ultimo instante su mano engancha el desagüe quedando a escasos milímetros de la muerte. A lo lejos ve como el zepelin que tenia que llevarlo se marcha sin su pasajero ni su misión.
Una vez subido de nuevo toma su arco y prepara su bajada lanzando una saeta contra un grueso árbol que hay abajo. Da en el blanco y tensa el cordel. Ahora solo queda volver a la seguridad del suelo. Mientras baja un par de agentes a caballo se acercan para impedir su huida. El huido corta la cuerda antes de ser blanco de las balas justicieras. Cae al suelo y se esconde entre la maleza. Ya no siente la amenaza de los hombres de la placa, antes de que se den cuenta yacen sus cuerpos atravesados por una invisible muerte que llega con un silbido apenas perceptible. Es hora de volver a casa con el deber cumplido a lomos de un vigoroso corcel como el guerrero que era antaño volviendo triunfante de la batalla.
Amanece cuando un jinete exhausto y un caballo agotado hacen acto de presencia en la impresionante mansión Lorrinaga. Antaño lujosa y exuberante caseron colonial ahora pasto del abandono, la humedad y la vegetacion. Y el olor, ese olor a podedumbre y agua estancada. Ni siquiera extraña las camionetas de repartir barras de hielo que se afanan en descargar su mercancía quizás por prisa o por medio de las extrañas y lúgubre historias que han oído de este lugar. Y los repartidores que acaban de llegar y ya quieren salir de allí para respirar un aire fresco lejos de aquí donde se nota cargado y viciado. Con paso decidido baja del caballo e ignora el hedor. Todo el mundo pensaría que el dueño de tan vasta extensión habitaría el lugar mas lujoso y cómodo de la finca. Nada mas lejos de la realidad. El recién llegado entra y empieza a serpentear por oscuros y asfixiantes pasillos y pasadizos hasta llegar a un sótano cerrado por una recia puerta metálica debajo de ella se observa como sale un humo seco y húmedo. El hombre al sentir el frió se frota compulsivamente los brazos antes de entrar.
-Hola, Errante. Veo que has conseguido tu misión. Aunque por desgracia no ha sido todo lo discreta que nos gustaría, ¿verdad?.
El aludido tira el anillo. Aun a pesar de las muchas veces que ha estado allí no deja de impresionarle el sitio. Un recoveco hundido en el fondo de la tierra rellenado diariamente con barras de hielo seco.
Una mano blanco y marchita coje el aro. Lo mira inquisitivamente y luego al Errante.
El Errante se siente incomodo ante ese hombre enfermo y ajado. Encogido y nervudo. Pero también sabe que tras esa mirada glauca y fría. Tras esos ojos amarillos se esconde la maldad personificada. Muchos fueron lo que desafiaron e infravaloraron el poder de este ser y ninguno vivieron para contarlo.
-Quizás no sepas, como muchos otros la verdad de este anillo. Perteneció a un emperador romano cruel y despiadado. Tanto que fue eliminado por sus propios hombres y su nombre fue borrado de la historia para que nunca nadie siguiese sus pasos.
Lo que tampoco conocían que esta joya... Cof, cof...-tose mientras agonicamente sigue hablando.- es una llave a un poder ancestral. Por eso los poco que conocían su secreto lo ocultaron para no desencadenar una hecatombe. Pero eso es historia. Es hora de empezar una nueva era. ¡La mía! Y para ello tengo una nueva misión para ti, querido nómada.
El Errante temeroso piensa en lo que ha desencadenado mientras una risa agónica y sobrecogedora inunda la cripta.
FIN DEL PRELUDIO