sábado, 10 de octubre de 2015

Capitulo 2.5 "El descubrimiento"

De noche y entre las sombras al pie de la iglesia, tres locos de los misterios se afanaban por entrar en el edificio.


-Bueno ahí la tenemos la vieja iglesia de Frovidence.-Edgar la señala de manera ceremonial.-

-Y nos esta esperando.-responde Anabelle nerviosa.

Yo me sentía como un misero ladrón en la noche.

-Y si la iglesia esta cerrada.-Expandía mis temores con la firme convicción del miedo.

-Amigo estamos preparados para todo. Nuestro padre nos ha enseñado todos los trucos de la construcción y de las obras.

-Si hace falta derribar esa iglesia piedra a piedra para descubrir el misterio, ten por seguro que lo haremos.-a la vez Edgar sacudía la mochila con los útiles que tenían.

Seguro de mi mismo marche en dirección hacia la entrada principal.

-¿Que haces?.-me increpo Edgar.-Tenemos que ir por la puerta de la sacristía es mas discreta y nos oculta mejor.


Dicho esto seguí a mis compañeros de forma sumisa. Cuando llegaron al lateral se aseguraron que no existía ningún peligro. Lentamente fuimos andando hasta llegar a la puerta de la vicaria. La emoción del momento y el suave perfume de Anabelle me animaba a las hazañas mas increíbles. Edgar saco un pequeño martillo y un escoplo. Con seguridad empezó a golpear la cerradura. Los golpes me parecían como si estuvieran derribando media ciudad. Por suerte la desgastada madera fue un aliado indiscutible para derribar el primer obstáculo. Una vez en el interior sacaron sus linternas y observamos el recinto.Cerramos la puerta y corrimos un cerrojo por la parte de atrás.Unos bancos de madera señalaban la zona de obraS. Decidido marche al lugar donde mi padre me comento que estaban las zonas sin escritura seguido por mis amigos. Dejamos la mochila con las herramientas y miramos el lugar.

-Tenemos que levantar estas baldosas. No sera difícil.

-¿Y ruidoso?-pregunte asustado.

-Sera un momento, no te preocupes.

Poco a poco las baldosas fueron cediendo y las fuimos apartando. Un agujero oscuro y húmedo se iba revelando ante nosotros. Un pozo con escalones escurridizos y medio en ruinas descendía hasta el fondo. Un aire viciado y cargado llego hasta nosotros.

-Bajare a echar una ojeada.-dijo Edgar mientras cogía una cuerda de la mochila

Tomo su linterna y se la ajusto al cuerpo con una cuerda a la cintura. Anabelle y yo íbamos deslizando la cuerda. Eso era buena señal significaba que iba descendiendo. Los minutos eran una terrible angustia para todos. Ella y yo cruzábamos miradas de incertidumbre.


Varios metros de cuerda eran engullidos por la negrura cuando la voz de Edgar sonó nítida y clara.

-¡Bajar, esto es increíble!

No me hacia gracia meterme en aquel agujero infecto pero no quería dejar a Anabelle.

-Vamos, Howie.-y esa sonrisa me envalentono.

No podía decirle que odiaba ese sitio. Odiaba la oscuridad y los sitios cerrados me sofocaban. Para olvidarlo conté los escalones que iba bajando.

Encontré a Edgar maravillado.

-¿Que hay?-pregunte

-Si te lo cuento no te lo vas a creer. Miralo por ti mismo.

Tan nervioso estaba que ni me fije en lo que habíamos descubierto. Al verlo mi mano temblaba haciendo oscilar las sombras.

-¡Es una cripta!

-Pero no una cripta cualquiera.-me susurro Anabelle que acababa de llegar.

Ante nosotros se aparecían extraños signos y figuras con tentaculos y raros demonios alados. Temblé ante la posibilidad de que aquello no fuera humano. Retazos de desconocimos planetas y seres celestiales en extrañas posturas desafiaban toda lógica.

-¿Que demonios es esto?.-exclame sorprendido.-No soy un experto, pero mis años de hijo de arqueologo me dicen que esto no es humano.


-Ey, chicos mirad esto. Es un ataúd.
 
Un extraño ataúd con sus muertos y un enigmático funeral y todo lo demás hacia que mi cuerpo temblase con un espasmo frío.

Un sarcófago ovalado y de metal. En su superficie extraños grabados elípticos y algo similar a enormes tentaculos que lo recubrían como si guardasen eternamente al morador del recapitulo.


-¿Que tal si lo abrimos?-Anabelle expectante no podía esperar mas.

-Excelente idea. Veamos que secretos contiene.

A los dos les parecía la idea mejor del mundo.

-¿Quizas podíamos esperar a mañana? Mi padre y eso...

Dos miradas fulminantes me decían que ni de broma.

-O quizás mirar una salida.

-Howie...-una bella ira me miraba.

-Esta bien, esta bien.-levante las manos en señal de sumisión.

Empezamos a palpar buscando una cerradura para abrir el féretro. Pero nada de nada. Era como si fuese de una pieza.

-Quizás la solución este en las paredes.-Fue momento de inspiración.

Anabelle y Edgar me miraron, se miraron.

-Eres un genio, Howard.

Entonces Anabelle vino hacia a mi y me soltó un beso en la mejilla. Esto era mejor que cualquier hallazgo arqueologico y sideral.

Presa de la emoción todos empezamos a recorrer la estancia.

Tiene que estar. Ese era el pensamiento común pero tras varias y repetidas miradas no supimos hallar el secreto.

Cabizbajos miramos el misterioso hallazgo como si nos fuese a dar la respuesta.

-Bueno-dije-Edgar tomalo por un extremo y yo por el otro. Miremos debajo. Tal vez tenga una abertura inferior.

Edgar tomo un extremo y yo el otro. Entonces sentí un clic y que algo se metía para adentro. Levante la vista y mire la cara de Edgar. Ambos eramos la viva expresión de la sorpresa.

-¿Lo has notado tu también?-pregunto Edgar.

Asentí con la cabeza.



Volvamos a empujar.-dije convencido.

Lo hicimos y la tapa superior del sarcófago se retiro hacia un lado recogiendose.

Los tres emocionados miramos el interior. Allí descansaba un ser vestido con un extraño traje plateado. Llevaba una extraña escafandra parecía como si llevase una pecera encima de su cabeza. Dentro de un liquido que apenas permitia la visibilidad. Se adivinaba los rasgos de un extraño ser con una branquias en sus carrillos. Tenia los ojos cerrados y parecía que en cualquier momento iba a despertar de su letargo. Me recordaba a aquellos trozos de cuerpos metidos en formol para su exposición en una feria.

-¿Quien seria?.-dijo Egdar.

-Un guerrero, un mandatario. Nunca lo sabremos. Desde luego no era de este mundo.

A sus pies un cilindro metálico con enigmáticas inscripciones.

-Desde luego tu padre no sabe que eres una joya en bruto. Chico, eres un portento.

Sorprendidos giramos hacia donde venia la voz. Un hombre alto y calvo con un fino bigote armado con una espada y un arma.

-Es el hombre que nos espiaba en el colegio.-dije a mis amigos.

Ellos me miraron como si hablase en chino.

-Alejaos lentamente y nadie saldrá herido.

-Lleva una gladius la espada del ejercito romano.-dije mostrando mis conocimientos paternos

Hicimos caso a sus palabras pero no todos. En un acto desesperado Anabelle tomo el cilindro y apunto al desconocido.

-Bien, no se quien eres. Ni lo que buscas pero este tipo era un guerrero espacial que tenia este arma en sus manos.

Edgar y yo nos miramos alarmados.

-Niña deja esa cosa y no habrá problemas.

-¿Quieres probarlo?.-de nuevo era la Anabelle guerrera y temeraria.

El hombre titubeo y se aparto a un lado dejando libre la entrada. Quizás fuese un engaño pero no se atrevía a comprobarlo. Pasamos delante de èl y su mirada asesina lo decía todo. Anabelle se puso detrás de nosotros para cubrir la salida y no quito ojo al hombre.  Mientras Edgar se acerco a pocos centímetros del hombre.
-Has tenido suerte. Si no hubieras conocido a mis mundialmente famosos Los gemelos nudillos.- a la vez hizo un ademán como si fuese a golpear al tipo.
Por su seguridad empecé a tirar de Edgar y alejarlo antes de que el desconocido cambiase de idea y se mostrase menos pasivo.
 
Una vez fuera empezamos a coger los bancos y meterlos atravesados dentro del agujero para retardar su salida. No tardaria mucho pero nos daría tiempo a escapar. Anabelle me dio el cilindro.

-¿Como sabias que era un arma?-dije sorprendido.

-No lo sabia fue lo primero que se me ocurrió. Llevátelo y descubre que es.

En un instante me dejaron solo habían salido corriendo. Guarde el objeto dentro de mi ropa y apresure el paso. Desconocía si me habían seguido pero mi padre estaba en peligro.





Mientras tanto en esos mismos instantes en la calle donde vive Howard un camión refrigerado aparco en su puerta. Dos hombres bajaron del vehículo y llamaron a la puerta. El padre de Howard salio y sin mediar palabra cogiéndole y llevándolo al furgón. De una puerta abierta sale un humo blanco y seco.

-El jefe quiere verte. Entra.

Winfield helado de frió entra en el recinto refrigerado. Un hombre casi albino de ojos blancos lo mira con interés.

-¿Cuanto tiempo ha pasado? Si, creo que desde que nos abandonastes. Parece que desde entonces nuestra relación se ha enfriado. Ja,ja,ja... Perdón por el chiste.Pero recuerda si eres chacal, eres chacal siempre.
-¿Que deseas de mi?

-Creo que ya lo sabes. Mi viejo amigo el decano te ordeno investigar un hallazgo en la vieja iglesia. Y según parece tu hijo y unos amigos andan por ahí merodeando.

-¿Howard? Es imposible es un muchacho tímido y apocado. Nunca haría eso.

-Bueno, no pero ya sabes si hay una mujer que inflama su pecho...

-¿Howard con una chica? Es imposible.

-He mandado a mi mejor hombre a resolver la situación. Para asegurarme de que no habrá sorpresas, vendrás con nosotros. Eres una moneda de cambio. Si mi sicario falla o no consigue lo que quiere tu vida estará en manos de Howard.

-Que Dios se apiade de mi.-dijo Winfield llevándose las manos a la cabeza desesperado.

-Bien, sera mejor que te abrigues va a ser un viaje largo.-dijo el anciano.

Pego dos golpes en la pared y una pequeña ventanita se abrió asomando un rostro.

-Vámonos a la mansión.

-Si, señor. ¿Y el Errante?

-No te preocupes por èl. Pase lo que pase, volverá.

-Si, señor. Nos ponemos en marcha.

El viejo cerro la ventanilla y miro al hundido hombre mientras asoma una sonrisa triunfante en su rostro.

-Lo siento, camarada. Pero tengo todos los triunfos en mi mano. De una forma u otra conseguiré lo que quiero. Tu solo eres un medio como tu hijo.
Me traicionaste. Traicionaste a los Siete Chacales y ahora sufrirás el castigo por ese acto. 


Continuara...