domingo, 28 de febrero de 2016

Capitulo 2.12 "Bienvenidos a Jharkam"

Bajamos de la barcaza con muchas ganas de alejarnos de esos dos indeseables que nos habían traído. A pesar de todo podíamos sentir su mirada controladora sobre nosotros como si nos quisieran tener controlados a cada momento. Nada mas pisar tierra firme unos nubarrones empezaron a formarse y al instante una lluvia fina pero persistente empezó a calarnos. Aceleramos el paso hasta que nos encontramos delante del manicomio.

Era una empalizada solida. Los postes que la sostenian eran gruesos y afirmados en bases de cemento. Esto solo lo podría derribar un ejercito de tanques. Estaba conectada a un generador aunque no deseaba saber a que voltaje estaría la valla que protegía el perímetro.


Sam Fawkes era uno de los guardias de la garita. Salio al encuentro, mientras su compañero no nos quitaba ojo. Su rostro se debatía entre la curiosidad y la cautela. Sabían que nadie se dejaba caer por este lugar a menos que fuese un asunto de gran relevancia. Después de los pertinentes saludos todos cruzamos la puerta mientras el sonido de una bocina anunciaba la apertura y cierra de la valla. Sam tranquilizo al otro guarda con un gesto y se ofreció a ser nuestro guia.

-Supongo que son los que vienen a llevarse al pacientede la  211.

-Georg Danfhord.

-Si, aunque lamentablemente se lleven su cuerpo.-hizo una pausa para tomar aire con gravedad.- Su mente esta muy lejos de aquí. Anclada en un lugar que ha creado su cabeza para bloquear algún tipo de trauma.


Entraron en el recinto, un lugar aséptico y triste de colores apagados y muebles viejos. Sam saludo a varios médicos que nos miraban con interés. A veces algunos internos dóciles se paseaban sin rumbo y con la mirada perdida. Gritos y chillidos eran una cacofonía habitual y estremecedora para nosotros mientras que para los residentes era algo normal de este lugar como las celdas o los encerrados.

-Los agentes del barco que nos ha traído, ¿son los habituales?.

-No, no lo son.

-Hmm...

-Aunque debo decirle que aquí los agentes duran poco. Este lugar no es muy agradable y al final las caras nuevas se convierten en una constante.

-Entiendo. Por cierto veo que han acertado con su talla.

-¿Sobre que?

-Nada. No me haga caso, son cosas mías.

-Aparte de esa condenado cascaron en el que hemos venido. ¿Existe alguna manera de entrar o salir de la isla?

-Aparte de nadando.-contesto de forma irónica Sam.

-Si, aparte de nadando. Si sucediese alguna emergencia.

-Seria avisar por radio que viniese otra barcaza. Pero solo si la climatología lo permite. Amigo, con este tiempo es una temeridad. Si aquí pasa algo, estamos solos.

Dupont miro preocupado a Sam. Tenia razón estaban solos.


-Bien, señores. Hemos terminado la visita para el publico. A partir de ahora vamos a la zona privadas, de acceso restringido.

Sam nos llevo a través de un largo pasillo donde a pesar de todo se respiraba cierto aire de normalidad. Guardas y pacientes sumisos.

Allí quedaban los condenados en vida que tenían una existencia corriente. Ahora íbamos a conocer a los olvidados, aquellos sin voz y relegados al triste silencio.

Quedamos todos parados delante de un ascensor que no tenia botón pero si una cerradura.

Sam saco una cadena de su bolsillo que estaba enganchada a su cinturón. Nos mostró una llave dorada.

-Señores, esta es la llave del inframundo. El lugar donde están recluidos los peores demonios con sus recipientes humanos.

Un ruido mecánico nos aviso, el ascensor se acercaba. Pesarosos entramos al interior y por ultimo Sam que miro atentamente el panel con varias cerraduras y su numero de piso. Todos estaban debajo tierra. El guardia eligió el nivel mas profundo. Estaba claro que allí nunca llegaba la luz de sol pensaba que diferencia habría entre el primer nivel subterráneo y el ultimo. Creo que ninguna. El día y la noche no existen, el tiempo es eterno sin horas, días o meses. Desde luego eso debía ser el infierno. Una vía directa a la locura.


Llegamos a la planta mas baja del complejo y salimos del ascensor. Un estremecedor silencio rodeo mi cuerpo. Solo el zumbido de las bombillas y la respiración de los que restábamos rompían la monotonía.

Otro guarda sentado en una silla con el forro de cuero desgastado y descolorido hizo ademán de levantarse de la vieja mesa. Dejo una revista pasada de fecha. Pero Sam alzo su mano para que se quedase en su sitio.

-Tranquilo, Diego. Es una visita de rutina. No pasa nada. Pasame la llave de la 211.

El hombre miro con cara de sorpresa a su compañero que asentía con la cabeza. Abrió un cajón y saco una caja metálica de seguridad. Tras la apertura, quedo un instante mirando el interior donde varias llaves numeradas permanecían guardadas hasta que  encontro la que buscaba. La tomo y se la dio a su compañero. Después cerro y volvió a depositarla en el cajón. Finalmente el aludido volvió a descargar pesadamente su cuerpo sobre la silla y se meció en su lectura como si no estuviésemos.


Tras atravesar otra puerta de seguridad. Fuimos dejando atrás celdas numeradas y anónimas con sus moradores imbuidos en sus demencias. Personas aletargadas para siempre en esos cubos cerrados. Solo la muerte les daría la libertad.

-¿Aqui es?-dijo el guarda de forma solemne.

Conteniendo la emoción nos quedamos todos detrás suyo como si cuando abriese la puerta fuera a salir un demonio con ganas de comernos.


El chirrido nos volvió a la realidad.

No creo en las casualidades pero a veces, solo algunas veces las conexiones predestinadas son un camino de un solo sentido. Si esperaba encontrarla no la halle en el sentido literal de la palabra. En su lugar se me apareció un mundo críptico de mensajes e información condensada en abigarradas pinturas.

Nada mas traspasar el umbral supe que aquello era algo grande, muy grande y que nos superaba. Los signos que descubrimos en el extraño pergamino estaban allí conviviendo con dibujos de desconocidos seres salidos de un mente retorcida y enfermiza. Seres inimaginables luchando entre si como enormes pulpos y extraños dinosaurios que parecían venidos de otra dimensión. Median seis pies de longitud, y tres pies y cinco décimos de diámetro central y disminuya hasta un pie en cada extremo. Como un barril con cinco camellones en lugar de duelas. Roturas laterales, como tallos a mitad de los camellones. En los surcos llamativas excrecencias: crestas o alas que se desplegaban como abanicos. A su lado pequeñas figuras que para nada se asemejaban a los humanos. Tenían la apariencia de una masa de protoplasma, similar a una ameba, con ojos y burbujas creándose y desapareciendo en su superficie. Aparentaban un tamaño de 5 m de radio, y poseen una gran fuerza y resistencia. Estos al principio estaban sometidos pero luego mataban a las bestias que estaban retratadas en orgías de sangre. No faltaban otros, pero sus cabezas de pez, con unos grandes ojos sin párpados. Además de agallas en torno al cuello y manos palmeadas que forman zarpas de color gris verdoso, con el vientre blanquecino y la mayoría tenia piel resbaladiza y su espalda jorobada  cubierta de escamas. Por todos lados acompañaban escrituras y runas de un significado ajeno a cualquier historiador.

-¡Ese hombre esta loco!.-grito Edgar asombrado.

Edgar tenia la peculiaridad de resaltar lo obvio como si un hecho extraordinario.

A pesar de nuestras miradas reprobadoras siguió señalando al bulto que se hallaba al fondo de la celda.

Yo ni siquiera me hubiese dado cuenta sino fuera porque una camisa de fuerza sucia y gastada se erigía como señal de que allí existía vida. Encogido sobre si mismo y de espaldas, una persona permanecía ajena comportandose como si nosotros no estuviésemos. Sobresalida una cabeza con el pelo largo y sucio. El estado de abandono era evidente. Lentamente nos fuimos acercando y poco a poco empezamos a oír una voz hablando para si mismo en un extraño idioma.

- Ph´nglui mglw´nafh Cthulhu R´lyeh wgah´nagl fhtagn.

De pronto callaba y continuaba con su charla

-Shogguts mglw wgah´


Sam se acerco lentamente al profesor.

-¿George?.-mientras le hablaba le tocaba suavemente el hombro.- Tienes visita.


El aludido giro su cabeza.Un hombre con un barba larga y descuidada. En su rostro se marcaba el temor y la incertidumbre como si no supiese bien donde se hallaba. Las arrugas profundas y marcadas habían borrado cualquier atisbo de intelecto. Una mirada vacía y unos ojos vidriosos nos observaban mas sorprendido que asustado. Nos miraba uno a uno intentado  encajar quienes eramos y que hacíamos allí.


-Han venido a verte, George. Quieren hablar contigo.

Pero el resultado fue nulo al momento el interés desapareció al instante. Se giro cara a la pared y volvió a su estado anterior. Como si jamas hubiésemos existido.

-Yo conozco a ese hombre.-dije sorprendido.

-Es normal que lo conozcas fue muy famoso por sus descubrimientos.-me comento Sam.

Apenas sin salirme las palabras de la boca volví a repetir emocionado.

-Quiero decir que conozco a ese hombre... Era amigo de mi padre.

Apenas lo reconocía. Un hombre elegante e integro. Seguro de si mismo. Un triunfador en todos los sentidos y verlo  convertido en un guiñapo me conmovía. Era una de las pocas pistas que tenia para ayudar a mi padre y no sabia como.

-Gio,¿eres tu?. Gio, tienes que ayudarme a encontrar a mi padre. Eres el único que puede hacerlo.

Mientras le decía esto me acercaba con la manos abiertas para abrazarle. Recordando mi niñez cuando venia a debatir con mi padre sobre sus hallazgos y solía jugar conmigo. Entre nosotros existía cierta camaradería hasta que un día algo sucedió entre los dos y nunca volvió a casa.

Lentamente Gio fue girando su cabeza hasta que quedo enfrente de la mía. Un olor a suciedad y inmundicia me rodeo. Pero aun así aguante y mantuve la mirada con la suya y atisbe en el fondo de sus ojos una luz. Algo conecto su mente con la realidad.

-¿How? ¿Eres tu?. ¿Que.. que haces aquí? ¿Donde estoy?.-dijo con voz cansada.

-Creo que son muchas preguntas para responder en un momento.

-Quiero volver a casa. No se quienes son estas personas.-dijo de forma casi inaudible mientras unas lágrima furtiva resbalaba por su rostro.

-Si, Gio. Es hora de volver a casa.-le dije para reconfortarle mientras le abrazaba.




Continuara...

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