domingo, 7 de febrero de 2016

Capitulo 2.11 "El bosque"

Arrellanado en mi asiento contemplaba distraidamente el paisaje rural que se deslizaba ante la ventanilla. Alcance a ver un canal con una flotillas de barcas. Una fina llovizna mojo los cristales enturbiando la visión de modo que volví la vista al interior del vehículo. Abandonamos nuestro refugio y cruzamos un puente tomando la carretera. Teníamos por delante un largo viaje de pacifica conducción escuchando la radio. Mientras Edgar dormitaba con la boca abierta donde se escapa un hilillo de saliva. Me hacia gracia que aquel tipo al que que hace unos días no conocía se volviera en mi mejor amigo y compañero y lo consideraba como un hermano de sangre al que confiaría mi vida. También orgulloso del gran tandem que eramos al vencer al pobre Stephen aunque era una victoria agridulce. Por un lado nos enorgullecia  haber pasado esta prueba, pero por otro lado al quitarle el traje de goma y descubrir a nuestro amigo magullado nos hacia sentir culpables después de la paliza que recibió. Las horas como los kilómetros transcurrían lentos y lánguidos en una sucesión de paisajes anodinos y repetitivos A nuestra izquierda apareció la desviación y quinientos metros mas allá un camino rudimentario, pedregoso y sin asfaltar. Paramos el coche ya que era bastante posible que los bajos del coche se rompieran.

-Madre mía, si esto es un camino de cabras.

Dupont saco unos linternas y las repartió. Tras encender las luces ante nosotros se mostró un lugar terrorífico y espeluznante.

Un denso bosque con arboles torcidos y tronchados intentaban elevarse inútilmente como si buscasen respirar. Pero si esto de por si era estremecedor, nos dimos cuenta que no estábamos solos. Cientos de ojos nos observaban curiosos y expectantes.

-¿Cuervos?. Son cuervos. Vaya Anabelle estaría feliz. Sabéis es su pájaro fetiche. No se porque tiene una conexión especial con ellos. Hace años tuvo uno. Se cayó del árbol y...

-¡Chist! Silencio.-ordeno en voz baja el mayor.

Edgar callo y Dupont nos conmino a ir andando. Yo me pegue a su lado asustado.

-¿Porque hay tantos cuervos?.-pregunte con una voz que casi no oía.

- Hace siglos aquí hubo una batalla importante. Murieron miles de hombres. Una verdadera sangría. Los pocos que sobrevivieron les dieron dos opciones.

-¿Cual es?.-pregunto Edgar con los ojos bien abiertos mientras hacia un barrido con su linterna.

-O morían ejecutados o si llegaban a la isla a nado serian libres.-Dupont callo por un instante y resoplo.-Ninguno llego. Ni uno solo.

-Es cruel.-apuntille.

-Si, pero la guerra es así. Las almas de los vencidos están aquí en la tierra. Condenados junto con su sangre. Y los cuervos son los ganadores. Si algún perdedor intenta escapar sera pasto del ave negra que engullirá su alma perdida condenándola al infierno. Ya que estas aves se alimentan de esta esencia al ser carroñeros.


Sobra decir que los negros pajaros nos miraban atentos y oíamos sus “rrok-rrok”, profundos y cavernosos que nos erizaban la piel. Como si nuestra presencia fuera una sacrilegio y entre ellos fueron avisandose de nuestros movimientos. También a medida que nos acercábamos al final del camino unos « toc-toc-toc», un «kraa» seco y ronco, un graznido gutural y bajo así como varios gritos de naturaleza casi musical nos iban dejando atrás. Quizás se alegraban porque nos alejábamos aunque la verdad nunca lo supimos. Finalmente sin darnos cuenta salimos del bosque y la sensacion de ahogo desapareció. El aire denso y viciado que existía en el pasaje que dejábamos atrás y que hizo que  nuestros pulmones arañasen cada partícula de oxigeno termino. Nuestro pecho se lleno de un soplo fresco y limpio hasta quedar harto.

-Tendremos que volver por el mismo camino, ¿verdad?.-pregunte temiendo la respuesta.

-Por desgracia si. Pero una vez en el psiquiatrico buscare alguna alternativa.


Tras pasar una hondonada acabamos de ascender una empinada ladera y un perezoso sonido acuoso llego a nuestros oídos.

-Nos acercamos.


Era uno soniquete pesado y denso. Como si el agua le costase moverse, a la vez que un olor fétido y maloliente hizo arrugar nuestras narices.

-Por lo visto este agua tiene gas que proviene del fondo. Seguramente vais a oír pequeñas explosiones por la liberación de las emanaciones.

Y al fondo bajo la luz de la luna imponente la isla. Una roca inmensa, salida de no se donde y allí se había quedado. Sobre ella se apreciaba el hospital .Un miedo primitivo y cerval se adueño de mi cuerpo

Las aguas, la isla y el psiquiatrico junto con el bosque ahondaba en nuestros miedos mas primitivos e irracionales metiéndose dentro, muy dentro. En un lugar donde no podías expulsarlo. El legado de aquel sitio se palpaba ya no eran cuentos ni habladurías. Algo intangible se notaba alrededor, asfixiante y pegajoso. Un pavor ancestral que dominaba tus sentidos haciéndolos sumisos a ese pánico y sumiéndolos en un caos abismal.


Nos acercábamos a la orilla y advertimos que dos tipos nos esperaban sentados en una hoguera. Cuando estábamos cerca de ellos nos sorprendió sus uniformes. Parecían que ambos se hubieran intercambiado los trajes.

Un tipo largo llamado Jhon Burdick. Era un hombre delgado y con una mata de negro cabello pocas veces peinado. Tenia una risa nerviosa y parecía estar siempre alerta. La camisa le sobresalia por encima del pantalón. Cada cierto tiempo la metía dentro pero era una labor inútil. Asimismo los pantalones estirados hasta tal punto que se veían sus negros y gastados calcetines. A su lado Artur Mooney, un tipo bajito y corpulento de ojos maliciosos cara redonda y bigote encanecido. Al contrario que su compañero llevaba los pantalones y mangas de camisa remangadas y por debajo de la cintura dentro del pantalón se observaba como el resto de la prenda se había metido arrugada y con prisas. A pesar de ello ambos exhibían orgullosos en el cuello del uniforme las insignias de guardas.
Tras las presentaciones de rigor fuimos escoltados a la nave.
Cerca de ellos un rudimentario embarcadero donde se mecía tranquilamente una vieja lancha con un toldo y unas bancadas para ir mas cómodos. Caminamos sobre los viejos tablones que llevaba hasta una pasarela que conducia a la embarcación. Tenia unos quince metros de eslora y amplias cubiertas y dos helices con motor de gasolina. El casco estaba pintado de negro algo descolorido. En la proa destacaba el timón y enfrente un potente foco. Tampoco le faltaba un habitaculo para recoger herramientas y utiles que daba paso al interior por lo demas no era muy grande pero si rápido y bastante maniobrable en este turbio elemento.
Cuando nos dirigiamos a la cubierta de popa ambos se nos adelantaron para darnos la bienvenida al barco.
-Bienvenido a bordo, monsieur Dupont.-dijo Mooney
-Hermoso barco....-mintio el mayor.
-Yo no diria tanto, pero he de reconocer que al igual que una buena esposa,es fiel y servicial.



Mooney saco un mugriento palillo se lo puso en la boca nos miro con una sonrisa siniestra se sentó y recogió un palo y una pequeña navaja de su bolsillo que empezó a desbastar mientras de rato en rato nos miraba y volvía a su ocupación. Empezó a hablar para si mismo.

-Allí abajo hay muchos secretos silenciados. Venganza, asesinatos y odios permanecen ocultos. Desde el bosque de los cuervos pasando por esta ciénaga llegando a la isla de los abandonados, todo esto es el imperio de la parca. Fue y sera por los siglos de los siglos.

Después escupió a su lado y el esputo chapoteo. Dando fin al discurso como si fuese el broche final perfecto de su charla.

-¡Amen!

Dupont se quedo al lado de Burdick que manejaba el timon en la cabina de mando. Los latidos de los viejos motores empezaron a sonar mientras Mooney se habia levantado para soltar amarras, las recogio en cubierta y volvio
a su sitio. El mayor, pensativo junto al tipo parecía estar en alerta y a punto de saltar en cualquier momento. Lo poco que lo conocía me decía que existía algo que inquietaba su mente y no acaba de comprender.
A medida que la quilla surcaba las aguas estas fueron volviendose mas oscuras. Burdick hizo sonar la sirena a modo de señal por lo que hubiese a nuestro alrededor. La gelida brisa aumentaba a medida que se acercaban a la isla. El mayor metio las manos en los bolsillos y se encogio sobre si mismo.
Cuando el silencio se prolongo demasiado el mayor miro de soslayo al tipo:

-Deberías presentar una queja al encargado de los uniformes.-dijo de manera neutral como si fuese una conversacion trivial aunque observo un movimiento tenso casi imperceptible en la mano del otro.

-Si, seria lo mejor.-respondió intentando no mostrarse nervioso.-Pero por desgracia es un recomendado de mi superior y lo tienen en alta estima.

Para amenizar el ambiente me volví hacia Edgar que permanecía absorto y melancólico mirando el infinito.

-Bueno que contabas antes de Anabelle.

Le dije para animarle y de paso saber mas sobre ella. Un poso de añoranza creció en mi interior. Echaba de menos su presencia y aunque no quería aceptarlo del todo un sentimiento iba creciendo en mi corazón por su hermana.

Edgar se giro y su rostro cambio mostrándose mas afable y receptivo.

-Hace años se encontró un cuervo herido. Lo llevo a casa y lo fue cuidando con mucho mimo. A veces cogía las joyas de mi madre y las escondía en la casa. Ya sabes, diademas o pulseras. Cuanto mas brillantes mejor. Era su fiel mascota. Hasta que un día...

Entonces Edgar encogió el gesto y el mutismo volvió.

-¿Entonces que?.-le presione.


Levanto la mirada como si volviese de muy lejos y retomo el relato.


-Una noche mis padres se iban de fiesta. Anabelle estaba tranquilamente en el sofá con el cuervo acariciándolo. Todo parecía ir bien. Mi madre apareció deslumbrante con un  traje elegante y sus joyas. Las pulseras y la diadema de plata engarzada con brillantes. De repente el pájaro salio volando rápidamente y empezó a atacar a mi madre, la cabeza, los ojos. Era horroroso. Mi madre se defendía como podía. Mi padre y yo intentábamos quitar esa alimaña y mi hermana chillaba pidiendo que no le hiciésemos daño. Finalmente arrancamos a la bestia y la echamos a la calle. Mi madre no sufrió grandes daños por suerte pero si quedo bastante traumatizada por la experiencia y esa noche no salieron. A veces solíamos ver a un cuervo rondar por nuestra casa pero nunca supimos si era el mismo ya que nunca se acercaba a nuestro hogar.

-Es una historia terrible.

-Sip pero algunas veces sigo oyendo graznidos en casa y temo que Anabelle tenga en su poder ese maldito bicho u otro.


Me hubiese encantado seguir hablando de este tema pero el viaje tocaba a su fin. La barcaza se arrimaba al pequeño embarcadero. Y la luna parecía colocada ahí simplemente para iluminar aquel último y trágico lugar.

Mientras el hombre mas alto de la manera mas teatral se giro abrió su mano, estiro el brazo y dijo:

-¡Bienvenidos a Jharkam!


Continuara...













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